La actitud de la banca acreedora y los organismos financieros internacionales representará el cielo o el infierno para el plan económico presentado la noche del jueves.
Sin términos medios. El voluminoso conjunto de decretos que recorre casi todo los sectores de la economía local pende de un alfiler y habrá que esperar algunos días para conocer el final de la historia.
Recién entonces se sabrá si el desmesurado aumento del riesgo país de hoy fue una reacción especulativa ante una supuesta falta de información o, por el contrario, el primer paso de una escalada sin límites.
Hace cinco días que el gobierno oficializó el llamado a una reestructuración que, se enfatizó hasta el cansancio, no será compulsiva sino voluntaria. En el lapso transcurrido, la "voluntad" de la otra parte aún no se hizo expresa, a no ser por la disparada del riesgo soberano en más de seiscientos puntos.
Mientras tanto, los sectores afectados comenzaron a analizar los pros y los contras de las medidas. En todos los casos, están supeditadas a "la madre de las medidas", nada menos que la reprogramación del pago de intereses. Con esa iniciativa, el gobierno espera ahorrar para el 2002 unos 4.000 millones de dólares. O, lo que es lo mismo, los bancos dejarían de embolsar una suma equivalente.
Para ser favorecida con una gracia semejante, la Argentina tendrá que dar muchas cosas a cambio. En primer lugar, reforzar al máximo las garantías, poniendo a disposición la recaudación impositiva, algo que el ministro Domingo Cavallo quiso obtener infructuosamente del Parlamento en marzo pasado.
Pero también tendrá que perseverar en el cumplimiento permanente del déficit cero, tambaleante ante la baja de la recaudación y el estancamiento de las negociaciones con las provincias.
Además, los acreedores insistirán con el gran ausente del paquetazo del jueves, la reducción del gasto público. Nadie estará dispuesto a resignar miles de millones a un deudor que en menos de dos años aumentó de ocho a doce el número de ministerios.
El negocio de las tarjetas
Pero en el paquete también hay puntos que los bancos -al menos los bancos que operan en el país- miran con indisimulado interés. La inducción a un uso generalizado de las tarjetas de débito les reportará un considerable aumento de clientes y el uso obligatorio en los contratos de compraventa o locación de la factura conformada los pondrá en el centro de toda la actividad comercial.
De las cuentas que al respecto hagan los bancos dependerá el éxito del resto del plan. Si manifiestan su apoyo, las mejoras al salario de bolsillo serán un aliciente importantísimo. Si rechazan la renegociación, el dinero adicional que recibirán millones de trabajadores no será más que papel mojado.
Por eso, como nunca antes, el gobierno y la sociedad en general se encuentran increíblemente unidos en el deseo de que a nadie se le ocurra bajar el pulgar. Y en esa extraña plegaria financiera, le encienden a cada banco una vela. (DYN)