José Petunchi
Buenos Aires (enviado especial).- Central se sigue empecinando en poner la otra mejilla. Anoche recibió otro duro cachetazo que no hizo más que acentuar su irregularidad y volver a exhibir sus carencias como lo viene haciendo a lo largo de todo el torneo Apertura. Para colmo de males, y aunque se quiera minimizar la situación, el verdugo de turno fue el Vélez de Bauza, con lo cual la herida se hace más profunda todavía. Es cierto que el resultado no muestra con total nitidez lo que pasó a lo largo de los 90 minutos, pero también es real que golpea con total crudeza y que el golpe se hace más duro de sostener cuando el equipo sigue sin responder y el partido ante Newell's aparece en el horizonte cercano. Anoche tuvo todo para ganarlo pero no supo cómo hacerlo. Cuando tuvo que defender el triunfo parcial, que con tanto esfuerzo había conseguido, no supo cómo mantenerlo y terminó sucumbiendo ante el golpe de efecto que le asestó el empate de Vélez y la inmediata expulsión del Colorado Cetto -una protesta excesiva y sin sentido derivó en la doble amarilla-. Ahí Vélez comenzó a crecer y a empujar. Y Central a meterse cada vez más cerca de Tombolini con la idea de intentar sostener el punto. Pero como si la expulsión de Cetto no hubiese suficiente, Vespa de manera increíble le dio a Vélez lo que a éste por sus propios medios le estaba costando mucho conseguir, al desviar una pelota que no traía consecuencias para el arco de Tombolini. Después de eso se exhibió una historia desigual entre un Central que se quedó sin respuestas y un Vélez que tuvo varias ocasiones para aumentar. Hasta que Husaín le puso un moño al partido con el 3 a 1, tras una buena jugada colectiva con Nanni y Federico Domínguez. Así como el segundo tiempo fue netamente favorable a Vélez, en el primero Central había marcado una clara superioridad porque nunca corrió riesgos en defensa, estuvo ordenado en el medio, pero no tuvo la capacidad ofensiva suficiente para dejar malherido a un Vélez que por entonces demostraba flaquezas defensivas. Sólo las subidas por sorpresa de Rivarola se transformaron en su mejor y casi exclusiva arma ofensiva. De todos modos, no logró su correlato en el marcador porque el propio Pirulo se equivocó en la definición al minuto de juego y De Bruno y Pizzi desperdiciaron dos buenas oportunidades para desequilibrar tras otras dos apariciones del lateral. Todo esto en un contexto de un primer tiempo muy friccionado, muy trabado, con pocas ideas y en el que las únicas luces que hubo fueron las del estadio. Con las dos buenas tapadas de Tombolini en el arranque del segundo tiempo Central pareció encontrar su norte cuando Pizzi transformó el gol el penal que le cometieron a Rivarola. Pero después la estantería se cayó y Central volvió a padecer y a sufrir otra derrota que siembra más incógnitas en el tránsito canalla hacia el futuro. Y para colmo, por las paradojas que tiene el fútbol fue el Patón Bauza el último técnico e hincha de Central, quien agrandó la herida. Y las heridas del alma no cicatrizan así nomás.
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