Año CXXXIV
 Nº 49.266
Rosario,
sábado  13 de
octubre de 2001
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Un firme defensor de las acciones militares para lograr la pacificación
El hijo de un jefe tribal de Ghana prefiere las intervenciones enérgicas a los llamamientos por la paz

Thomas Burmeister

Con Kofi Annan, el Comité Nobel distinguió a un hombre para el que la paz mundial no es un sueño imposible de cumplir, sino una parte esencial de su trabajo. Cuando en 1997 asumió el cargo más alto dentro de la Organización de Naciones Unidas, el hijo de un jefe tribal de Ghana traía mucha más experiencia que sus seis antecesores en cómo lidiar con los conflictos.
La visión de futuro de Annan contempla una "paz armada". Insistentemente, este hombre de 63 años lucha por la creación de fuerzas armadas internacionales que puedan ser convocadas rápidamente para detener los conflictos en su fase inicial. No confía mucho en los tradicionales llamamientos a la paz. "Si no estamos dispuestos a aplastar la violencia con violencia, podremos hacer muy poco", opina.
Fueron las amargas experiencias durante el genocidio en Ruanda las que lo convirtieron en un defensor de "intervenciones militares fuertes por parte de la ONU". En 1994 fue el responsable de la intervención de los cascos azules en ese pequeño país del este de Africa. Sabía que el gobierno hutu planeaba matanzas masivas contra la minoría tutsi, pero no logró que el Consejo de Seguridad aprobara el mandato para intervenir.
Más de medio millón de personas fueron cruelmente asesinadas en el transcurso de pocas semanas en Ruanda, mientras el mundo observaba con una actitud "neutral". Annan dijo después que ningún otro hecho había dañado tanto la imagen de la ONU en la década de los 90 como "la negación a distinguir en los conflictos entre víctimas y agresores".
También lucha por que la soberanía de los Estados ya no sea más un escudo protector en el caso de que en un país se violen masivamente los derechos humanos. Incluso si los gobiernos ponen en peligro la seguridad por apoyar el terrorismo, la ONU debería tener la posibilidad de intervenir, considera Annan.
Pero aún está lejos de alcanzar sus objetivos. Una serie de países considera que la "doctrina Kofi" va demasiado lejos. Sin embargo, muchas propuestas de Annan fueron recogidas el año pasado en la cumbre del Milenio por los jefes de Estado y de gobierno de la mayoría de los 189 países miembros de la ONU. Sus ideas encontraron un lugar en la Declaración del Milenio, al menos como objetivos de la ONU hasta el año 2010.

Segundo mandato
Annan, quien estudió ciencias económicas y políticas en su patria, así como en Estados Unidos y Suiza, seguirá trabajando en su realización otros cinco años más. En junio pasado, el diplomático, entre cuyas características figura una voz suave pero firme, fue confirmado por la Asamblea General de la ONU para un segundo mandato, que comenzará el 1 de enero de 2002.
Esta reelección celebrada con tanta antelación, encontró reconocimiento para la reforma del aparato hiperburocrático de la organización internacional, que inició hace un tiempo y que sigue impulsando.
Este año se ganó la admiración de todo el mundo por tomarse de forma personal la lucha contra el sida y crear un fondo global al que los gobiernos fueron convocados a aportar diez mil millones de dólares al año hasta el 2005 para combatir la epidemia.
Como funcionario supremo de la ONU sólo puede imponer lo que el Consejo de Seguridad y la Asamblea General de los 189 países miembros apoyen. Por eso, su trabajo implica a veces mucha frustración. Los paseos al aire libre, un buen disco de jazz o un partido de fútbol -como espectador- le ayudan a "recuperar la claridad de mente", asegura.
Entre los modelos del africano, figuran dos suecos. Uno es Raoul Wallenberg, con cuya sobrina Nane está casado. Wallenberg ayudó como diplomático a miles de judíos a huir de los nazis en Hungría poniendo en peligro su vida. (DPA)


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