Cuando las cosas van mal, las responsabilidades suelen recaer sobre el cuerpo técnico, pero la mayoría de las veces son compartidas con la conducción del club. Ese parece ser el caso en Newell's, donde a poco de comenzar a andar, Juan Manuel Llop ya se ve cuestionado y con la necesidad de reafirmar partido a partido su continuidad, la misma que ahora se extendió hasta el partido con River, al que por suerte para él y los jugadores enfrentará recién dentro de 18 días en el Monumental. Llop carga con una pesada mochila, pero está claro que nadie lo obligó a tomarla después de que Ribolzi, en un gesto de sinceramiento que no tuvo prácticamente ninguno de los técnicos que hasta el momento pasaron por el Parque desde que Eduardo López está al mando, dijo antes de comenzar la pretemporada que necesitaba al menos cuatro refuerzos porque si no, no podía aspirar a logros importantes. Pese a que mostraba una realidad, el Ruso se vio obligado a irse y Llop tomó la batuta diciendo, como varios de sus colegas en su momento, que se arreglaría con lo que tenía. Allí está su responsabilidad del mal momento, más aún cuando se da el lujo de prescindir de Saldaña, como antes lo había hecho con Fuentes y Manso. Pero la excesiva sangría de jugadores que hubo en los últimos tiempos (más de 22 titulares en los últimos 7 años, a un promedio de 3 por temporada) y los escasos dividendos económicos que ello supuso en vista de la realidad de un club en convocatoria e imposibilitado de invertir en fútbol (los refuerzos de Dueña y William Vázquez son una muestra de ello), no tiene que ver con Llop y por eso no se le puede pedir milagros, más cuando él mismo admitió que a su arribo como DT no conocía a los jugadores de las inferiores. Y el proyecto aprobado por los directivos que trajo el propio Llop se basa teóricamente en ellas. La sensación es que Llop hace lo que puede y que cambiar la realidad rojinegra, apenas disimulada por el empate de local con Chacarita, no se trata sólo de acertar con el técnico adecuado.
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