"Estamos en shock. Esto es absolutamente increíble". Por más que esté a miles de kilómetros de distancia, al rosarino Pablo Raimondi el estado de conmoción se le nota en la voz. Ni siquiera los ruidos de la comunicación telefónica logran disimularlo. Está sentado frente a un televisor, viendo una y otra vez las imágenes del derrumbe de las Torres Gemelas desde la sala de estar de un departamento ubicado en el Village, a escasas "dos millas" de Wall Street. Y por más que ya las vio varias de veces, igual que los rosarinos y que todos los habitantes del mundo, no puede creer lo que le toca protagonizar como testigo casi directo: el peor ataque terrorista de la historia. "Esto parece sacado de una película pero es de verdad, es un horror", alcanza a decir desde Nueva York justo cuando un comprensible sonido en la línea lo obliga a interrumpir la frase. Pablo tiene 28 años y es de Rosario. Aquí nació y vivió hasta que decidió emigrar a los Estados Unidos. Por entonces tenía 22 años. Ahora reside en el Greenwich Village, al norte del World Trade Center, el mayor símbolo de la capital mundial de las finanzas. Dibuja comics y de eso vive. Y comparte un departamento con un par de amigos norteamericanos. A las 8.45 de ayer dormía plácidamente luego de una madrugada a full sobre el tablero de dibujo. No escuchó ni percibió nada extraño ("No hubo una explosión") hasta que sonó el teléfono. Era una amiga que llamaba para contarles lo que estaba sucediendo. Pablo encendió la televisión y entonces vio algo que le pareció increíble. Era un Boeing que se estrellaba contra una de las torres, ahí mismo, a sólo 40 cuadras de su departamento. El y sus amigos bajaron corriendo a la calle. Vieron los rostros incrédulos de la gente y la confusión inicial de los policías y los bomberos. Pablo regresó al departamento y trató de comunicarse con Rosario. "Quédense tranquilos, que estoy bien", alcanzó a decirles a sus padres. Después ya no sacó la vista del televisor. "Al estado de shock inicial le siguió la desesperación de la gente por escapar, por alejarse de las torres", contó Pablo a La Capital. Con el paso de los minutos la tensión aumentó. "Uno de mis amigos vio cómo se derrumbaban las torres", añadió. Cuando habló con este diario todavía se preguntaba qué habrá sido de los bomberos y paramédicos que en ese momento intentaban evacuar el edificio. "Seguro que están todos muertos", comentó y se quedó sin fuerzas para continuar la frase. Dos horas después el Village era un infierno. "Cerca de mi departamento hay un hospital. Era increíble ver la cantidad de gente herida que llegaba. Y quién sabe cuántos más continuarán sumándose con el paso de las horas", describió Pablo. -¿Sentís miedo de estar ahí en este momento? -(Piensa, es evidente que está eligiendo las palabras) No sé si la palabra es miedo. Que no es nada agradable, eso dalo por seguro. -¿Vos o alguno de tus amigos resultó herido? -No, todos nosotros estamos bien. Dice que hasta ayer nunca imaginó la posibilidad de un atentado semejante, comenta que los estadounidenses sospechan de Bin Laden y admite que a partir de ahora considerará seriamente la posibilidad de mudarse a otro sitio. "Eso sí, si me voy será a otra ciudad de Estados Unidos, a una que esté menos expuesta que Nueva York", confiesa desde la ciudad que se ha convertido en un infierno.
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