Antes de asumir la responsabilidad como técnico de Central, el entrenador Juan José López solicitó la permanencia de Pablo Sánchez en el plantel canalla porque lo consideraba el reemplazante natural de Ezequiel González para asumir el rol de conductor del equipo, y justificó su determinación en la experiencia de Vitamina, factor indispensable para generar el juego necesario. Sin dudas que hasta ahí el argumento de Jota Jota era irrefutable. Pero lo que también es cierto es que es fundamental contar con la plenitud física para desarrollar ese juego inteligente, el cambio de ritmo imprescindible para sorprender y la claridad mental para crear los espacios. Y cuando se adolece de esto la experiencia no alcanza. Mucho menos en un fútbol tan dinámico como el actual. Ante este cuadro de situación el técnico tiene dos opciones: cambia el esquema o reemplaza al jugador en cuestión. No hay términos medios. Porque si a la experiencia de Vitamina el técnico le asigna un rol casi decisivo, deberá rodearlo convenientemente. Caso contrario, y no como castigo sino a manera de preservación, López deberá buscar un reemplazante entre las pocas variantes que dispone. Ayer intentó una vez más subsanar este inconveniente con el ingreso de Luciano De Bruno, pero fue más de lo mismo, porque el equipo siguió sin alternativas y repitió los errores ya exhibidos en los compromisos anteriores, al punto de mostrar a un Juan Antonio Pizzi al borde de la resignación por la falta de asistencia clara. Sin Lucas Correa por la convocatoria del juvenil al seleccionado Sub 17, Jota Jota tendrá que aguardar la recuperación de Gustavo Arriola, quien se presenta como una potencial solución a esta problema. Central necesita hacer funcionar la usina futbolística para demostrar que tiene un esquema táctico, algo que sin conductor resulta una quimera.
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