El cirujeo y la mendicidad se triplicaron en el último año, como una estrategia de supervivencia adoptada por miles de personas que, a diario, ingresan a la ciudad de Buenos Aires desde el conurbano bonaerense para tratar de cubrir sus necesidades básicas insatisfechas como consecuencia del aumento de la pobreza.
Si bien no existen cifras oficiales sobre la cantidad global de personas que se sumaron en los último años a estas llamadas eufemísticamente prácticas de precarización laboral, los niños que participan de estas actividades constituyen uno de los grupos más vulnerables que se exponen a altísimos riesgos para la salud y la integridad física, según sostiene la Comisión Nacional de Erradicación del Trabajo Infantil (Conaeti), en un reciente informe.
Tan sólo en el "tren blanco", dispuesto por TBA para trasladar a personas que practican el cirujeo de la zona norte del conurbano a la Capital Federal, unas 200 familias, entre ellas, 400 niños de entre 6 a 15 años, viajan diariamente desde José León Suárez (partido de General San Martín) a Retiro, según datos recabados por el organismo.
La directora del programa Buenos Aires Presente (BAP) del gobierno porteño, Patricia Malanca, dijo que en un relevamiento realizado por nuestros operadores de calle, tomando 200 casos testigos, se detectó que el 54 por ciento de los cirujas provienen del conurbano bonaerense, el 28 por ciento son europeos del este, y sólo el 10 por ciento tiene domicilio en Capital.
Se triplicó la demanda de asistencia
No obstante, Malanca sostuvo que "si bien todavía no hay estadísticas oficiales sobre la cantidad real de personas que deambulan diariamente por la ciudad recolectando residuos reciclables para vender, sí tenemos registrado en el BAP que en el último año se triplicó la demanda de intervención respecto del año pasado".
En ese marco, Malanca explicó que la modalidad del cirujeo se fue difundiendo por el boca a boca entre las familias indigentes "como algo rentable".
El mismo sentido, la secretaria de Desarrollo Social de la Municipalidad de Lomas de Zamora, Laura Taffetani, dijo que entre el 65 y el 71 por ciento de los niños y niñas que cirujean y mendigan en las calles de ese partido lo hacen para aumentar los ingresos familiares.
Es que, según estimaciones del BAP, los cirujas que recolectan cartones, latas y vidrio, entre otros desechos, ganan entre 8 y 15 pesos diarios con su venta a empresas radicadas en la Capital Federal y el Gran Buenos Aires.
"No es que uno haga apología del cirujeo", aclaró Malanca pero señaló que "estas familias descubrieron que ganan más recolectando productos reciclables que con el subsidio a la pobreza que otorga el Estado".
Tanto para la Conaeti como para las autoridades porteñas consultadas, el límite, en cuanto a la práctica del cirujeo lo marcan los chicos. "Los niños cirujas se colocan en el límite entre formas aceptables y absolutamente no aceptables de trabajo de menores", consignó la comisión nacional, en una propuesta destinada a erradicar el trabajo de la infancia en la calle.
"Las condiciones higiénicas en que los niños trabajan y en la cual viven, cuando el acopio se hace en casa, implican altísimos riesgos para la salud y la integridad física; el ambiente principal en que se desarrolla la actividad es la calle en horas nocturnas, lo que los expone a riesgos físicos, sociales y morales, y el trabajo en horas nocturnas es incompatible con una correcta asistencia escolar", consideró el organismo al evaluar la situación por la que atraviesan los miles de niños que trabajan con la basura en las calles.
Al respecto, Malanca consideró que "el cirujeo está dentro de las variables de mendicidad: hay una subjetivación en la venta de productos o cirujeo, lo toman como un trabajo, una acción que les va a dar un ingreso, incluso tienen días y horarios determinados para hacerlo. Son bastante organizados pero no deja de ser un trabajo precarizado".