La historia de los inmigrantes chinos no suele ser alegre. Es más, detrás de cada uno de los que hoy se pasean entre las góndolas de varios supermercados de la zona sur suele haber recuerdos no muy gratos. Si no los protagonizaron ellos, seguramente alguien de su entorno fue el verdadero protagonista. La realidad de los trabajadores en China es dura. Un estudio realizado por Pun Ngai, docente del Centro de Estudios Asiáticos de la Universidad de Hong Kong que se infiltró y convivió seis meses en una fábrica de Shenzen, la ciudad más moderna del sur de la República Popular China, revela el costado cruel del país. En el lugar trabajan cinco mil empleadas que "montan y empaquetan muñecos de plástico 18 horas al día, tienen 15 minutos para comer y apenas cuatro horas para dormir". Y eso no es nada. El informe agrega que "se recorta la paga de una hora por cada minuto de retraso en el empleo, se penaliza con otras cinco al trabajador que es sorprendido yendo al baño sin autorización y se le retira la mensualidad a quien se comporta de modo incorrecto". El sueldo en esta fábrica ronda los 78 dólares mensuales.
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