Este invierno, los textiles rosarinos no pudieron salvar la ropa. A la profundización de la crisis general se les sumó una temporada mucho más acotada que las anteriores a causa de una fuerte variabilidad del clima, que incluyó una gran cantidad de días cálidos, lo cual retrajo mucho más las compras propias de la fecha. Aún con el frío que despuntó en los últimos días, los comerciantes y productores del rubro vieron caer su facturación entre un 20 y 25% respecto del año pasado para la misma época, teniendo en cuenta que el 2000 ya no había sido un buen período para estos empresarios.
La mala performance generó que las firmas -en su gran mayoría pymes- se replanteen la producción de verano y que en muchos casos ya estén produciendo el 30% menos que el año pasado.
Ni siquiera el Día del Niño colaboró para anotar un leve repunte. Según datos de la Coordinadora de Actividades Mercantiles Empresarias (Came) las ventas de productos para la ocasión se retrajeron, en general, un 18%, siendo el rubro indumentaria el que soportó una de las peores caídas, el 25%.
Un sondeo realizado por La Capital entre empresarios del sector permitió corroborar una realidad que, en rigor, se palpa con sólo recorrer los centros comerciales de la ciudad: están pasando el momento más crítico de los últimos diez años y las perspectivas no son nada alentadoras.
Locales vacíos, mercadería a precios de remate, ofertas de temporada súper anticipadas, son elementos que forman parte de un paisaje cotidiano para quienes tienen negocios en el sector de la indumentaria. "Por ahí pasan dos o tres horas en un día en las que no entra absolutamente nadie", comenta la vendedora de un conocido negocio del centro, mientras muestra la etiqueta de un buzo que indica que las rebajas pueden llegar a superar el 50% del valor original.
Un cóctel explosivo
A pesar del dato estremecedor de que en Rosario el 20,2% de la población está sin trabajo, la deprimida situación económica no es para los empresarios del rubro la única responsable de la debacle.
En la lista de reclamos anotan el contrabando, la falsificación, el trabajo en negro, las malas condiciones de financiación, las presiones impositivas y la evasión creciente que implican directamente la imposibilidad de competir para quienes intentan jugar con las reglas que impone la ley. "Las pilchas que se venden, por citar algunos lugares, en La Salada o Lavalle (Buenos Aires) o en el Mercado de Concentración son truchas. Eso generó una caída estrepitosa en los precios. ¿Cómo pueden poner a la venta un pullover a 4,90 pesos?, eso no resiste ninguna inspección", dice, con enojo, el presidente de la Asociación Empresaria de Rosario, Elías Soso, empresario del rubro textil.
En la misma línea opina Manuel Juri, uno de los titulares de Estrella y Juri, una empresa local dedicada a la confección de ropa desde hace décadas: "Ahora estamos de última, pero este problema empieza con la actitud de Domingo Cavallo en su primera gestión cuando liberó la zona y permitió el ingreso indiscriminado de la mercadería importada. Eso provocó que en Argentina no queden fábricas de tela, que el 50% de las telas provenga de Brasil y el resto de Oriente. Un dato clave: si uno quiere comprar tela mezcla con lana tiene que traerla de afuera, porque en este país lanero no quedó una fábrica en pie", dice.
Otro dato que muestra a las claras que la situación va de mal en peor es el hecho de que en la ciudad sólo el 50% de los pocos talleres que confeccionan ropa trabajó este invierno a niveles "semi normales" y que la especialización -cortadores, bordadoras, etc.- prácticamente desapareció.
Graciela Albanese, titular de un taller que se dedica a la terminación de ropa, ojales y control de calidad dice: "Estamos produciendo la mitad de la mitad. Yo estaba en categoría 7 de monotributo y ahora estoy en la 3. Descendí 4 categorías y la categoría está en estricta relación con la facturación".
Albanese, que trabaja para varias firmas de marcas de primera línea de Rosario, exclama sin vueltas que el gremio textil "está destruido". Y más allá de los números que no cierran, pone el énfasis en una situación, que, asegura, nunca creyó vivir: "Yo llegué a tener 11 empleadas, ahora me arreglo con 4 ó 5, y lo peor de todo es la tristeza que veo en esta gente, lo empobrecidas que están, lo difícil que se hace intentar sobrevivir en el medio de esta crisis. Una semana tenemos trabajo y la otra nada, ¿cuánto más vamos a poder seguir soportando esto?", se pregunta.
La empresaria comenta que sus clientes, que a su vez tienen distribuidores y locales franquiciados han recibido "muchas devoluciones" esta temporada y agrega que la preventa y los desfiles o show room que se hacen habitualmente para esta época por las colecciones de verano "se están dejando de hacer porque no hay un peso".
Vender afuera, una salida
En medio de la tempestad también hay quienes la pasan un poco mejor y se arriesgan -a lo mejor porque entienden que pueden hacerlo- a apostar una vez más. Es el caso de Rubén Serri, titular de Ropa de Rosario, que produce y comercializa la marca Archie Reiton y que está abriendo dos locales nuevos en pocos días. "No vendimos mucho menos que el año pasado, no creo que llegue al 5% la caída, pero reconozco que la mía no es la situación de la mayoría", comenta.
Serri analiza el por qué de la "excepción" de su negocio y enumera: "Bajamos los precios al máximo en parte porque estamos produciendo el 10% en Brasil y porque, sobre todo, estamos exportando mucho. Además, lo del déficit cero que ahora todo el mundo pregona, yo lo puse en marcha hace más de dos años".
El dueño de Archie no deja de referirse al daño incalculable que le hizo al sector el contrabando y la falsificación. "Tengo detectados más de siete locales en Rosario que venden con nuestra marca y sin embargo nadie hace nada. Por culpa del desmanejo y la falta de control en este tema muchos empresarios serios del la ciudad tuvieron que bajar las persianas", se queja.
Como para completar un panorama que reconoce difícil, Serri relata que sin haberlo pedido expresamente, 150 chicas entregaron sus curriculum para intentar conseguir un puesto de trabajo en alguno de los nuevos locales que está abriendo.
Así, mientras intentan pasar el invierno, los empresarios textiles rosarinos se preparan con suma cautela para la próxima temporada. Dicen que la única certeza que tienen es que en verano hará mucho calor.