Orlando Verna (*)
Entre 1996 y 1999 cursé una maestría en Ciencias de la Información como becario de la Universidad Federal de Río de Janeiro. Elegí Brasil porque en Argentina los estudios de posgrado en mi área profesional tienen acceso muy restringido y son muy caros. Y además porque representaba una posibilidad concreta de seguir formandome a la medida de mis posibilidades económicas. Brasil tiene una elogiable política de apertura a los extranjeros. Para obtener una beca seguí los pasos de cualquier graduado nacido allí: me inscribí en la selección de la maestría y competí en igualdad de condiciones. Para obtener una beca económica debía quedar entre los diez primeros de un concurso. Eso garantiza derechos y deberes: el sustento para estudiar pero a la vez la obligación de hacerlo. Al becar extranjeros, el estado brasileño asume que permitirá la calificación de personas que, tal vez, no van a quedar trabajando en su mercado. Pero como ellos pagan esa formación también buscan beneficios y por ello ofrecen posibilidades de trabajo. A mí, por ejemplo, me invitaron a ocupar un cargo en una universidad del Estado de Maranhao en el área de mi formación. Otra cosa para destacar es lo invalorable que resulta, para personas de condición económica media, el ofrecimiento que Brasil extiende para seguir avanzando académicamente. A mí la Universidad Nacional de Rosario me dio una licencia con goce de sueldo y me permitió ocupar, a mi regreso, mi cargo docente. Allí no solamente me abrieron las puertas: también me pagaron para que pudiera estudiar. * Periodista de La Capital
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