Fernando Toloza
Buenos Aires (enviado especial).- El actor australiano Hugh Jackman estuvo en la Argentina para presentar "Swordfish. Acceso autorizado", la nueva película que coprotagoniza con John Travolta y que hoy se estrena en Rosario. Con una carrera reconocida en su país, Jackman acertó en grande con su primer trabajo en Hollywood, "X-men", la película de ciencia ficción basada en una popular historieta. En ese filme fue Guepardo (Wolverine), un mutante que descubre al mismo tiempo su poder y la comunidad de seres como él que luchan contra el mal y a favor de la convivencia con los humanos. Después de "X-men", Jackman comenzó a ser solicitado para varios proyectos. El primero de ellos fue "Swordfish", al que le siguieron la comedia romántica "Alguien como tú" y "Kate and Leopold", una nueva comedia donde el australiano comparte cartel con Meg Ryan y que se estrenará el año próximo. Y como su papel de Guepardo fue tan contundente, se lo convocó para las dos secuelas que se harán de "X-men". En una entrevista con Escenario, el actor se mostró lejos de la fama y divismo de las megaestrellas de Hollywood y dijo que extrañaba un poco la camaradería que se da en los sets de filmación australianos entre técnicos y actores, a diferencia de los platós estadounidenses, donde cada actor se va a su tráiler a mirar televisión cuando termina su intervención en el rodaje. "Me sentiría feliz con sólo lograr la mitad de lo que hizo Mel Gibson", dice cuando se le pregunta por la etiqueta de "el nuevo Mel Gibson" con que los medios de comunicación lo han definido. "Pero no trato de actuar como Mel Gibson", continúa y pasa a elogiar a John Travolta, a quien considera un actor genial, más allá de los traspiés de sus últimas películas. En "Swordfish" Hugh Jackman interpreta a un hacker que acaba de salir de prisión. Lo único que le importa en el mundo es recuperar a su hija de 10 años que vive con su ex esposa y su nuevo marido, un director de películas porno, donde la madre de la niña trabaja ocasionalmente de actriz. Un misterioso hombre (John Travolta) le ofrece ayudarlo a recuperar a su hija si le hace un trabajo de piratería informática. El personaje de Jackman acepta y lo que parecía sencillo se revela como una compleja trama, donde el hombre misterioso deja al descubierto delirios mesiánicos y conexiones con el terrorismo internacional. -¿El éxito de "X-men te abrió la puerta para una superproducción como "Swordfish"? -Por suerte para mí, "X-men" se estrenó una semana antes de que se tomaran las decisiones finales sobre el casting para "Swordfish". Yo no estaba considerado para hacer el personaje del hacker Stanley Jobson, me dieron las primeras quince páginas del guión para leer y me pareció fascinante, y gracias al éxito de "X-men" después me ofrecieron el papel. Como me gustaba tanto, no fue nada difícil aceptarlo. -¿Cómo te llevaste con John Travolta, les importó en algún momento que las últimas películas de él hayan sido muy criticadas? -No, para nada. Yo soy un fan total de Travolta, y trabajar con él fue cumplir un sueño. -¿Pero se llevaron bien? -Sí, fantástico. Es un hombre increíblemente generoso y es como un chico al que le gusta divertirse, jugar y reírse. Todo el tiempo está haciendo bromas y cargadas. Durante el rodaje me apartaba y me daba consejos sobre abogados, mediadores y gente que él, irónicamente, dice que te hace falta en el mundo de Hollywood. Uno no espera hacerse amigo de alguien con el que trabaja, pero la verdad es que nos hicimos amigos. Lo observé mucho y aprendí también mucho, especialmente de cómo trabajar con la cámara. -En la película los hackers quedan como un mal menor, pero más allá de la ficción ¿qué pensás de ellos en la vida real? -(Risas) Sí, es cierto que parecen un mal menor. Yo creo que es un grupo de personas increíblemente poderosas y mucha gente, como los empresarios y los gobiernos, les tienen miedo, y con razón. Los que yo conocí son fascinantes, pero hay otros que son simplemente vándalos destructores. Los hackers con los que conversé para preparar mi papel me motivaron mucho, porque políticamente eran anarquistas. Su estilo de vida, como yo sospechaba, es bastante acelerado. Música rápida, drogas y de todo un poco forman parte de sus días. Es gente muy joven que vive a un ritmo increíble. -¿Fue difícil acercarse a ellos? -No mucho, porque conversé con ellos por teléfono, ya que su principal arma es ser anónimos. Muchos hackers han sido legitimados porque las grandes empresas los contratan para detener a otros hackers. Los códigos inventados para seguridad han sido, en general, creados por otros hackers. Es como una especie de partido de tenis, donde todo el tiempo se están devolviendo la pelota. -Hasta ahora, tu papel de Guepardo (Wolverine) en "X-men" marca un antes y un después en tu carrera. ¿Te lo esperabas? -Al éxito no lo sabés de antemano, no es un cálculo, algo de lo que estés seguro a priori. Pero es cierto que cambió mi vida profesional en forma muy rápida. A partir de "X-men" me empezaron a ofrecer proyectos increíbles como trabajar con John Travolta, o después con Meg Ryan en "Kate and Leopold". Tuve mucha suerte, porque el papel de Guepardo lo iba a hacer otro australiano, Dougray Scott. El estaba rodando en "Misión imposible 2" y como se atrasó el final de esa película no pudo estar para "X-men". La película venía con mucha producción y se esperaba un actor de 20 millones de dólares para el papel, pero a mí, por supuesto, me consiguieron por mucho menos. Yo fui mucho más barato. -Tu carrera antes de "X-men" es bastante diversa, pero la ciencia ficción no estaba en ella. ¿Tenías algún prejuicio con el género o simplemente no se había dado un trabajo de esas características? -Te diría que, antes de hacer la película, yo no hubiera ido al cine a ver un filme como "X-men". Probablemente no debería decir esto, pero en general no es el tipo de películas que me gustan. Además, nunca había leído la historieta, pero por supuesto le digo a todo el mundo que vaya a verla. Mi gusto personal no se inclina tanto por la ciencia ficción. -En Australia ya eras un actor popular, ¿cómo fue entrar a Hollywood? -La verdad es que me siento muy tranquilo, porque más allá de lo que dicen las revistas, en Estados Unidos no me reconocen mucho. Y como a veces me dejó una barbita, les es más difícil, pero ¡ojo!, no es que me la dejó para despistar (risas). Cinco veces en la vida me reconocieron como Guepardo (risas). Tengo una vida afortunada la mayoría del tiempo, porque paso bastante inadvertido y obtengo a la vez muchos pequeños beneficios de los que son famosos, como un par de entradas preferenciales para ver jugar a los Lakers o cosas por el estilo. -¿Qué fue lo que más te sorprendió del cambio? -Que todo el mundo me diga Mr. Jackman y no Hugh, y que no me hablasen si yo no les hablaba. En Australia yo hago las sándwiches para que coman los actores y los técnicos, pero en Estados Unidos es un trato muy distante. En el primer ensayo que hice en Estados Unidos, una persona se me acercó pero no hablaba. Estuvo parado junto a mí más de diez minutos y no parecía tener intención de charlar; entonces le pregunté qué hacía. El me respondió: "Perdone Mr. Jackman, pero me tengo que parar donde está usted". Yo no entendía y él me aclaro: "Es mi trabajo, cuando usted se va a descansar yo me quedó aquí para que prueben las luces para su escena". Yo le dije: "Eso es lo que hago yo", y él, como si le hablase a un chico, me terminó de aclarar el asunto: "No, en este país eso es lo que hago yo". En Australia, uno se queda parado ahí, dando vueltas por el set y puede ayudar, por ejemplo, a un electricista a arreglar una luz, o cualquier otra cosa. Eso es algo que extraño. En Australia estás en un pie de igualdad con todo el equipo, lo cual no quiere decir que te comportes como amigote de todo el mundo, pero sí que cuando no estás actuando te relajes y puedas hablar con cualquiera. En Estados Unidos, todo el mundo se encierra en su tráiler y se pone a ver televisión. Eso para mí es algo muy solitario. -Tanto en "X-men" como en "Swordfish", los efectos especiales ocupan un lugar destacado. ¿Cómo hace un actor para captar la atención del público? ¿Sentís que tenés que competir con los efectos especiales? -A veces uno tiene que irse con el director aparte a hablar de la escena porque en la escena están pasando tantas cosas que lo que uno está haciendo no es la prioridad. Pero yo abordó las cosas desde el punto de vista actoral y siento que, en realidad, no hay competencia con los efectos especiales. En escenas con grandes efectos especiales hay un determinado nivel que es el correcto, hay parámetros para saber qué es lo que podés hacer, hasta dónde se puede actuar. -En Argentina se te está presentando como el nuevo Mel Gibson, ¿te parece que tendrás que convivir durante mucho tiempo con ese mote? -Si logro la mitad de lo que ha logrado Mel Gibson, voy estar más que contento. Tomo la comparación como un elogio, porque pienso que me podrían haber comparado con alguien no tan prestigioso. Pero la verdad es que no trato de actuar como Mel Gibson, pero mi parte supersticiosa me hace pensar que esta comparación puede ser para mí el principio del fin (risas).
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