El presidente de EEUU, George W. Bush, sorprendió al Banco Mundial con la propuesta de convertir en ayudas directas el 50 por ciento de los 4.000 millones de dólares que anualmente se conceden en forma de créditos a los países más pobres. Los seis miembros restantes del G-7 prometieron "estudiar el creciente uso de ayuda para inversiones sociales prioritarias como la educación y la salud". Pero en realidad nadie estaba realmente entusiasmado con la idea de dar a los necesitados más "regalos". En ello no hay nada de malo, contraatacaron los estadounidense en Génova. Los créditos del Banco Mundial a los países más pobres tienen bajos intereses y se pagan tras un plazo de diez años. "En el plazo de esos diez años no hay una diferencia si se trata de una ayuda o de un crédito", dijo un funcionario del gobierno.
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