José Luis Abichain Zuain no anda con vueltas. "Si hago derecho penal debo saber que voy a trabajar con un segmento en el que aparecen toda suerte de miserias de la vida", dice. Y fuera de lo que pueda tratarse de una cuestión personal, está dispuesto a ejercer cualquier defensa, más allá del delito. El caso que lo ilustra fue el patrocinio de un hombre que resultó absuelto pese a haber embarazado a su hija de 12 años: "Demostré que el acceso carnal había sido consentido: o sea, que había sido tan repugnante de parte del padre como de la propia hija". La posibilidad de que su éxito deje libre y con chances de reincidencia a un verdadero culpable no le genera contradicciones. "Si las relaciones sexuales se reiteraban ya no era un problema jurídico, sino social: la violación es delito, el incesto no", explica. También patrocinó a abusadores sexuales de menores invocando trastornos psíquicos, mentales y de alcoholismo. Paradójicamente, Abichain invoca su ascendencia árabe para justificar el único tipo de causa en que rechazaría una defensa: dentro del derecho de familia, cuando se trata de un padre que niega alimentos a sus hijos. Pero la defensa de un caso no apunta exclusivamente a lograr el sobreseimiento o la absolución. Ese es el objetivo de máxima. De mínima, implica cautelar el debido proceso, "tratando de que al imputado se lo juzgue y sancione únicamente por lo que está probado que hizo". El abogado se defiende del sentir popular que identifica al imputado con su defensa: "¿Por qué no decimos que el que fabrica soda no debe darles de tomar a los delincuentes? Una cosa es defender una persona y buscar alguna falencia procesal o instructoria, y otra colaborar en fabricar pruebas, chicanear o hacer alguna astucia burda o delictual".
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