Año CXXXIV
 Nº 49.149
Rosario,
sábado  16 de
junio de 2001
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De héroe a villano por un centro

Alejandro Cachari

De héroe a villano en un centro. Así de injusto, así de terminante. Laureano Tombolini se instaló en los momentos de gloria canalla por los cuatro penales que atajó en Cali y descendió anoche a los infiernos por la pelota que se le escurrió entre las manos para que Almaguer consumara la pena capital.
Ni siquiera el llanto del final, de un tipo genéticamente alegre como Tombo, sirvió para mitigar la enorme angustia de quien seguramente se sintió el gran responsable de la eliminación canalla.
De héroe a villano en un centro. Del cielo al infierno en un santiamén. Así de injusto es el fútbol. Así de terminante, como la vida misma que a cada rato ofrece una turbulenta mezcla de felicidad y tristeza que exige la imprescindible búsqueda, como dice Serrat, de la defensa de la alegría. "Defender la alegría como un estandarte", recita el catalán. El asunto es cómo implementarlo en este caso. Sobre todo cuando se representa la sonrisa o el llanto de miles que fueron a buscar un pedacito de oasis en medio de un desierto de sometimiento y angustia.
De héroe a villano en un centro. Como si todo estuviera estructurado para que la ilusión se hiciera trizas en un pelotazo impiadoso que no sabe de justicia; ni siquiera de lógica. Cómo defender la alegría en un momento de profunda tristeza. Sólo queda la chance de ubicar al protagonista, o los protagonistas, de la desazón en tiempo y espacio.
Central llegó mucho más lejos de lo que podía. Avanzó hasta donde muy pocos esperaban. Trepó casi hasta lo inimaginable. Es cierto que no alcanza para calmar la angustia, ni para someter el dolor que embarga a quienes esperaron el jueves a la noche como un ritual sagrado en el que finalmente se conseguiría la salvación eterna. No alcanza, no sirve para nada. Pero sólo se trata de defender la alegría. La misma que un grupo de jugadores gestaron en el corazón de sus hinchas durante unas cuantas semanas.


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