Año CXXXIV
 Nº 49.129
Rosario,
domingo  27 de
mayo de 2001
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Rosario y Santa Fe, dos visiones de la vida desde el origen
Miguel Angel De Marco (h): "El rosarino siempre supo que debería crear todo de la nada"
El historiador dice que la ciudad ha sido huérfana de protección provincial y nacional

Silvina Dezorzi

"El rosarino se hizo a sí mismo", opina el historiador Miguel Angel De Marco (h). La frase, con cierto aire épico, se contextualiza cuando el investigador compara en perspectiva histórica el perfil de la ciudad con el de la capital santafesina. La vieja estructura colonial de Santa Fe aparece como una primera marca, que se prolonga en una expectativa de protección mucho mayor de su población sobre las bondades de la burocracia de gobierno. En cambio, "Rosario ha sido huérfana", afirma el autor de "Santa Fe en la modernización argentina", un texto que está en imprenta donde se abordan los condicionamientos políticos, constitucionales y administrativos que modelaron el desarrollo en la provincia desde el siglo XIX hasta el presente. El énfasis en los procesos diferenciados que siguieron Rosario y Santa Fe no le impide a De Marco, sin embargo, señalar un fuerte rasgo en común: "Tener que hacer todo a pesar de Buenos Aires".
-El hecho de que Santa Fe tuviera una fuerte estructura colonial y Rosario ganara su mayor dinamismo a partir de las corrientes inmigratorias, ¿se puede pensar que les dio una matriz social, política y económica diferenciada?
-Fue decisivo. Las sociedades santafesina y rosarina tienen dos estilos definidos desde sus orígenes, dos visiones de la vida. En una ciudad colonial, el hombre avanza en la medida que avanza institucionalmente en su grupo de pertenencia. Por eso Santa Fe es rica en esos grupos, desde el Club del Orden, fundante de un tipo de pensamiento, hasta el colegio de los jesuitas, donde se formó un altísimo porcentaje de los gobernadores santafesinos, Reutemann incluido. O sea: el santafesino crece uniendo voluntades donde se siente abarcado y percibe a la burocracia como un gran padre, mientras que el rosarino se hace a sí mismo, sobre todo después de la segunda mitad del siglo XIX, con un enorme aporte inmigratorio y sin ese espíritu que dieron a Santa Fe años de colonia. Por eso Sarmiento, al pasar por Rosario, advierte el carácter independiente del que sabe que no puede esperar que otro le resuelva la vida. Con el tiempo el rosarino se fue asociando en entidades intermedias que gravitaron en el desarrollo urbano, como las sociedades de beneficencia, socorros mutuos y una gama de instituciones que surgen antes que en Santa Fe. ¿Por qué? Justamente, para sumar voluntades en pos de una sociedad nueva y para cubrir vacíos, porque Rosario ha sido totalmente huérfana de protección oficial, tanto nacional como provincial.
-En comparación con las instituciones santafesinas de entonces, ¿estas entidades se ven como más progresistas?
-No necesariamente, pero en Santa Fe el posterior surgimiento de entidades de este tipo se mezcla con la tradición colonial, de la que no se puede desprender.
-¿Ese perfil más dinámico de Rosario se mantuvo a lo largo del tiempo?
-Sí, aunque no en la medida de ese impulso inicial. Pero desde un primer momento el rosarino supo que debía crear todo de la nada, porque la estructura provincial era inexistente. Ahora, no hay que creer que sólo Rosario estuvo huérfana. Santa Fe también lo estuvo: tampoco recibió apoyo de la autoridad superior, que inicialmente fue la gobernación de Buenos Aires y después el Virreynato, por la eterna lucha del control económico de las exportaciones de la región Litoral. Rosario y Santa Fe en ese aspecto cargan con la misma huella: tener que hacer todo a pesar de Buenos Aires. En eso se identifican, y es imperdonable que se plantee una división entre las dos ciudades cuando en definitiva deberíamos hacer un frente común frente a un mismo enemigo, que siempre fue Buenos Aires. El doble trabajo de Rosario se debe a que nunca contó con ayuda de Buenos Aires ni con ayuda de Santa Fe.
-¿Qué efectos en la representación política ha tenido para Rosario la división provincial por departamentos?
-Total. Y asombra que la dirigencia no tome el tema como eje de debate. La realidad provincial está encorsetada por la conformación en departamentos y mientras no se reforme seguirá sumiendo a la provincia en un letargo. No sólo Rosario, sino la misma ciudad capital sufre por ese modelo implementado en el siglo XIX que ya no va más. El departamento es una unidad administrativa que durante mucho tiempo tuvo como autoridad superior a un jefe político. El problema no es tanto la institución en sí, sino el uso que se le dio en la provincia: ejercer control político. En 1890 se crearon 18 departamentos, muchos en zonas deshabitadas y desérticas, y sin embargo todos tenían la misma representación en el Senado que Rosario. Eso aseguró que círculos de poder en el gobierno de la provincia mantuvieran el control de un proceso que temían se les fuera de las manos por el salto demográfico de Rosario y la zona sur. Allí se reforma la Constitución, creyendo que el desarrollo provincial pasa por una mayor centralización. Se saca a los municipios la facultad de elegir a sus propios intendentes y la reforma de los departamentos garantiza el control legislativo y electoral. Desde 1884 hasta hoy, Rosario tuvo 10 intendentes electos, sobre 109 nombrados directamente por el gobernador. Eso atentó contra su identidad y su proyección. Y este es sólo un episodio ilustrativo, no el único. La política partidaria fue la principal enemiga de la integración Rosario-Santa Fe.
-¿Cree que sigue siéndolo?
-Sí. Es una simplificación en la que caen aun los funcionarios decir que lo que separa a rosarinos y santafesinos pasa por un problema de piel. Los reproches mutuos son, desde los rosarinos, criticar la burocracia de Santa Fe, y desde los santafesinos calificar a Rosario de extremadamente individualista. Pero es algo estructural. Si el centralismo sirvió para aglutinar en un momento de expansión económica, hoy no va más. Y una reforma de la división departamental podría beneficiar incluso a la propia ciudad de Santa Fe. Por ejemplo, se podría modificar el criterio de representatividad política por una cuestión de producción regional: que se aglutinen los departamentos según su afinidad productiva.
-¿No es irritativo que hoy, por ejemplo, la capital carezca de un área municipal de Salud, necesidad que le cubre íntegramente la cartera provincial?
-Sí, y eso se refleja también en otras áreas. La Municipalidad de Rosario nació antes que la de Santa Fe, porque los santafesinos no querían tener una: les bastaba con el gobierno provincial. Y esto tiene historia. Las raíces hispánicas de la Colonia no se borraron con la Revolución de 1810 ni experimentaron cambios sustantivos con el tiempo. El gobernador tenía enormes poderes. Así, durante siglos a la ciudad de Santa Fe el hecho de tener gobernador le resolvió problemas. Pero el rosarino no sabe que a Santa Fe le costó muchísimo sobrevivir institucionalmente: por sus serias limitaciones económicas, las sequías, inundaciones, malos suelos y el ataque constante de aborígenes, con los que convivía empalizada de por medio. Esa escasez, ya en el siglo XIX, los llevó a pensar para qué iban a mantener un gobierno municipal si a duras penas podían sostener el provincial. Lo veían como un gasto doble. Pero entender eso no implica justificar una situación que no sólo se dio en el tema salud, sino también en seguridad y educación, las tres áreas donde más se ve el vacío provincial en Rosario.



Para De Marco, el santafesino ve a la burocracia como un padre.
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