Abel Almada fue quien lo llevó a Newell's y empezó a jugar en la sexta junto a Fabián Basualdo y Rubén Petete Rodríguez, entre otros. Su mayor virtud fue que siempre tuvo el arco dibujado. Y gracias a sus goles, ese equipo que era dirigido por Luis Lutman, se quedó con todos los campeonatos hasta que llegaron a la primera local. No había dudas de que Ariel Osvaldo Cozzoni había nacido para el gol. Además de que poseía una fuerza letal, tenía la entrega de un gladiador.
-¿Cuál fue el mejor equipo que integraste?
-Me gustaba mucho el equipo campeón del 87 con el Piojo Yudica como técnico, tenía un fútbol espectacular. El otro fue el del 91, cuando le ganamos la final a Boca en la Bombonera y nos dirigía Marcelo Bielsa, ese equipo tenía una personalidad impresionante, ganábamos en cualquier cancha.
-De todos los goles que convertiste, ¿con cuál te quedás?
- El que le hice a Central cuando le ganamos 4 a 0. Otro fue cuando salimos 2 a 2. Recuerdo que el Tata Martino me puso un pelotazo de mitad de cancha y llovida, la agarré de media vuelta y antes de que picara le pegué un fierrazo. Fue un golazo. Para mí fue el más lindo de todos.
-¿Cómo definirías a los hinchas de Newell's?
-Es de paladar fino y le gusta que el equipo gane siempre. No se conforma con jugar bien y empatar, siempre quiere más. Además es muy fiel.
-¿Soñás con trabajar en Newell's?
-Sí, pero cuando estén las condiciones dadas. Tuve un par de posibilidades para hacerlo, pero decidí que no era el momento adecuado. Pero todavía no pierdo las esperanzas de poder trabajar en Newell's.
-¿La selección es una cuenta pendiente que te dejó el fútbol?
-No, no creo. La única vez que tuve una ilusión con poder vestir los colores del seleccionado fue para el Mundial de Italia 90. Porque venía de hacer muchos goles en Instituto y en Newell's, inclusive hasta el por entonces presidente Carlos Menem había hecho declaraciones de que tenía que estar en el representativo nacional. Pero bueno, no se pudo dar y no guardo rencor hacia nadie.
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La Ciudad
