Fernando Gabrich
La mirada brilla con más fuerza cuando la mente invita a revivir aquella epopeya cargada de gloria. El azul de sus ojos se hace más profundo cuando el relato lleva a recordar aquel inolvidable logro. Y la emoción se hace inocultable. Las arrugas y el paso del tiempo no pueden disimular la belleza de una mujer que hace más de 60 años escribía su nombre en la galería de los grandes deportistas argentinos. Habla y recuerda todo como si hubiese ocurrido ayer. La memoria permanece intacta. Cada detalle, cada momento y cada minuto vivido en la fría y remota Alemania del dictador Adolf Hitler permanecen íntegros en el cofre de los recuerdos. A sus 86 años, Jeannette Campbell, la primera mujer argentina en ganar una medalla olímpica, sigue con ganas de contar aquella histórica experiencia de Berlín 36. "Las Juegos Olímpicos de Alemania son uno de los mejores recuerdos que me dejó la vida. Ya ha pasado mucho tiempo de aquella época y tengo todo archivado en mi mente como si hubiera ocurrido ayer. Esos momentos no se olvidan nunca", abrió el diálogo con tono pausado e inocultable alegría la ex nadadora de Belgrano Athletic Club de Buenos Aires. Campbell sólo tenía 20 años cuando decidió dejar atrás los prejuicios machistas de su época y abordar el transatlántico que la iba a depositar en las competencias de natación de los Juegos Olímpicos de Berlín 36. Apenas era una muchacha llena de sueños cuando deslumbró al mundo tras obtener la medalla de plata en los 100 metros estilo libre. "Fui la primera y la única mujer que viajó con el grupo de competidores argentinos a Berlín. Estaba un poco nerviosa porque era todo muy nuevo, pero las ganas de correr y vivir lo que realmente era un Juego Olímpico eclipsaron todos mis temores", prosiguió relatando Jeannette, desde el living de su departamento ubicado en pleno corazón de Belgrano R. -En la década del 30 no era común que una mujer se dedicara a la natación, ¿porqué se le ocurrió a usted empezar a practicar ese deporte? -La verdad es que empecé a nadar porque mi hermana mayor, Dorotea, lo hacía, así que la seguí y me gustó mucho ese deporte. Fue en 1930 y tenía 14 años. Cómo era la más chiquita de todas empecé a competir en la categoría posta. Después, a medida que pasaban los años y registraba mejor tiempo, lo hice en los 100 metros estilo libre. Ese siempre fue mi estilo preferido. -Y con sólo 20 años, le llegó la posibilidad de viajar a los Juegos Olímpicos de Berlín 36. -Sí, y no la desaproveché. Imagínese que en esa época no era nada fácil que una mujer viajara a una olimpíada. Es más, iba a ser la primera argentina en hacerlo así que los nervios y la ansiedad me invadían el cuerpo. -Antes de viajar, ¿pensaba que podía ganar la medalla de plata? -Mire, fui a participar para ver cuál era mi lugar entre las mejores. Además llegué a Berlín con muy poquita experiencia así que todo lo que logré fue algo sensacional e inesperado. No tenía idea de que podía ganar, sólo quería nadar y ver qué pasaba. Por suerte me quedé con la serie, después obtuve la semifinal y en la final terminé segunda. Estuve muy cerca del oro, pero igual no puedo quejarme. -¿Qué recuerdos tiene de aquella carrera? -Bueno, estuve cerca de ganar la medalla de oro pero no pudo ser. A pesar de que me quedé con un poco de lástima porque no pude conseguirla, por suerte mi memoria se acuerda de todo lo lindo que fue ese segundo puesto y de las cosas que viví en Berlín. -Y cuando llegó a Argentina, ¿cómo la recibieron? -Acá fue bárbaro. El Belgrano Athletic me hizo un recibimiento espectacular. Fue todo muy lindo. Fui a Berlín y no me conocía nadie y cuando llegué era tapa de todas las revistas, en un tiempo dónde salir en esas portadas era privilegio de los más grandes. -¿Se quedó con las ganas de haber tenido una nueva oportunidad para obtener la medalla de oro? -Puede ser. Seguí compitiendo en varios sudamericanos y las cosas iban bien. Además estaba todo listo para ir a los próximos Juegos, que eran en 1940 en Tokio, pero vino la Segunda Guerra Mundial y ahí se esfumaron todas las posibilidades. -¿Cuándo dejó de competir? -Después del Panamericano de Guayaquil en 1939 dejé de competir. A partir de ahí sólo empecé a nadar por placer. -¿Todavía lo hace? -No, ya no. No me gusta verme en traje de baño. -¿Qué le parecieron los Juegos Olímpicos de Sydney que se realizaron el año pasado? -Fueron espectaculares. Estaba todo perfectamente organizado. Ahora con respecto a la natación no me gustó mucho, porque es demasiado intensa. Creo que nunca podría haber participado de esas competencias. Ahora hace falta muchísima preparación. -¿Cree que ha cambiado el esfuerzo que debe hacer el deportista? -Ahora es mucho más intenso. Nadan tres veces por día y los entrenamientos son muy rigurosos. Además todo es mucho más sofisticado, hasta han cambiado los trajes de baño. -¿En su época cómo eran? -En mi época de Berlín tuvimos que usar un traje largo con una pollerita adelante. Era cómico y bastante pesado. Pero era obligación correr con esa indumentaria. -¿Y económicamente han cambiado las cosas? -En otros países les dan grandes premios a los deportistas por obtener medallas y además se les da un apoyo muy grande en cuanto a la preparación. En Argentina creo que se debería ayudar bastante a los deportistas ya que necesitan de mucho tiempo y dedicación para poder competir con los mejores del mundo. -¿A usted la ayudaban? -No, nada, salvo el viaje y la estadía. En mi época, y creo que como ahora, la ayuda era muy escasa. Ojalá que algún día las cosas empiecen a cambiar.
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