Fue un viaje demasiado largo para los tiempos que corren. Fueron demasiadas noches sobre el inagotable océano Atlántico para poder llegar a Alemania. Pero eso a Campbell nunca le importó: "Tardamos 19 días en llegar. Pero en esa época era el mejor medio de transporte y yo ni pensaba en el tiempo, sólo quería estar en Berlín". -Fue la primera mujer en viajar a unos Juegos, ¿cómo la trataban los demás integrantes del equipo argentino? -Bueno, al principio no tan bien, pero después las cosas mejoraron. Lo que pasa es que a la ida, los delegados del equipo argentino no querían que estuviera mucho con los muchachos que iban a competir, entonces cuando almorzábamos y cenábamos me ponían en una mesa con los dirigentes. Los pobres tenían tantos problemas que todo el tiempo discutían y yo tenía que estar en el medio de esas peleas, así que no fue muy lindo. Pero a la vuelta las cosas fueron distintas, me senté con dos amigos del Belgrano Athletic Club y el regreso se hizo mucho más agradable. -Al principio había una especie de rechazo por el hecho de ser mujer. -Y... sí. Calcule que en esa época no era como ahora donde la mujer tiene la misma participación que el hombre en la sociedad. Al contrario, en ese entonces la mujer no tenía un papel tan participativo y que yo estuviera en un Juego Olímpico no causaba demasiada simpatía. Además, había algo que no sabía en esa época y que después me enteré, y fue que en esos Juegos era la segunda vez que participaban las mujeres, ya que la primera había sido en 1932 en Los Angeles. Entonces todo eso era muy nuevo en la sociedad. -¿Y cómo fue el entrenamiento en el barco? -Bastante complicado. En el barco había una pileta muy chiquita, así que no podía nadar ahí. Entonces cuando hicimos parada en Río de Janeiro me consiguieron una soga de goma que la ataban a los bordes de la pileta y entonces nadaba sujetada a la soga. Estaba siempre en el mismo lugar, pero fue una idea muy buena porque fueron 16 días de entrenamiento que realmente me sirvieron. Esa pileta era el único lugar dónde entrenar, el otro era el mar pero era un poco más complicado. -Y había que entrenar o entrenar. - Sí, no iba de paseo, así que me las arreglé como pude. Después, por suerte pude llegar con un mes de anticipación a las competencias y así entrené con una intensidad y una comodidad que nunca lo había hecho. En Buenos Aires trabajaba de secretaria y nadaba un rato a la tardecita. Además no había piletas templadas para mujeres, sólo existían para varones, entonces las mujeres sólo nadábamos en primavera, verano y otoño.
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