Barrancominas, Colombia. - Hasta hace tres meses los bares de este pueblo selvático estaban atestados, las peleas de gallo eran famosas en toda la región y quienes no pagaban con dólares lo hacían con gramos de cocaína. El ensordecedor ruido de los equipos de sonido con música ranchera retumbaba en el próspero caserío colombiano de Barrancominas, con sus calles polvorientas repletas de gente. Pero ahora parece un pueblo fantasma, por sus calles sólo deambulan unas pocas personas, los bares cerraron, los almacenes están semivacíos, la mayoría de las casas abandonadas y el hambre amenaza a los que se quedaron.
Ubicado en medio de las selvas del departamento del Guainía, en la frontera con Venezuela y Brasil, el pueblo de casas de madera y tejas de zinc fue en los últimos cinco años la capital mundial de la cocaína, según el ejército. Con una población fija de 800 habitantes y a orillas del Río Guaviare, Barrancominas llegó a tener una población flotante de 3.000 personas, en su mayoría narcotraficantes y personas que trabajaban en laboratorios para el procesamiento de cocaína o como raspachines (recolectores de hoja de coca).
El ejército dice que en sus alrededores las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), el principal grupo guerrillero del país, montaron un emporio del que obtenían millonarios ingresos para financiar a sus 17.000 combatientes. Las autoridades militares aseguran que en la polvorienta pista del caluroso pueblo aterrizaban y decolaban aviones procedentes de Brasil y Venezuela, que sacaban cargamentos de cocaína y dejaban armas y dólares para las Farc.
Control de la guerrilla
El comandante de la cuarta división del ejército, general Arcesio Barrero, dijo que un 80 por ciento de los ingresos de las Farc provenían del narcotráfico en esta zona del país. Barrancominas era controlada por Tomas Medina, alias El Negro Acacio, un jefe de las Farc, y Luis Fernando Da Costa, alias Fernandinho, el narcotraficante más buscado de Brasil, capturado recientemente y deportado, según los militares.
Pero la prosperidad y opulencia terminó en febrero, cuando el ejército, en el marco de la mayor operación contra la guerrilla y el narcotráfico, ocupó Barrancominas y alrededores.
En la operación Gato Negro, en la que participan 3.800 hombres apoyados por aviones, helicópteros y lanchas, el ejército ha destruido cinco laboratorios que producían cada uno cuatro toneladas de cocaína al mes y ha erradicado unas 20.000 hectáreas de plantaciones de coca. "Llegó el ejército y se acabó el comercio de la coca, se dejaron de ver los dólares, los duros -los narcotraficantes que tenían el dinero- huyeron y Barrancominas se está muriendo", dijo un hombre con la piel curtida por el sol, quien por temor no se atrevió a dar su nombre. Un comerciante del pueblo, dueño de un almacén de víveres, aseguró que ahora vende menos de la tercera parte que en enero y que la poca gente que queda en el pueblo no tiene con que comprar una libra de arroz.
Poblado fantasma
Antes del apogeo de la coca en Barrancominas y sus alrededores, los colonos e indígenas se ganaban la vida cultivando cacao, plátano y maíz y de la pesca. Pero con el negocio de la cocaína todos muchos abandonaron esas actividades. Ahora que la presencia del ejército impide cultivar coca y producir cocaína, muchos piensan en emigrar y los que se quedan dicen que la vida será difícil.
El día en que el equipo de Reuters llegó, más de 30 personas aguardaban el avión en búsqueda de un cupo, pero sólo 10 pudieron salir. Hombres, mujeres, niños y ancianos esperan el avión bajo el caluroso sol de la selva o la lluvias, con sus ropas empacadas en cajas de cartón, y algunos llevan consigo algunos animales domésticos como gallinas o gallos de pelea.