Año CXXXIV
 Nº 49.103
Rosario,
lunes  30 de
abril de 2001
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Crisis y fanatismo

"Las vinchas de los Bastri, a las vinchas de los Bastri". Dos horas antes del recital, en los alrededores del estadio de River, había más vendedores que chicas. El merchandising incluía desde remeras y gorros hasta pañuelos, banderas y revistas. Los precios esta vez se acomodaron a la recesión. Todo costaba menos de cinco pesos. Las veredas y las calles que rodean la cancha estaban empapeladas de residuos, el recuerdo que dejaron las fans de su empedernido campamento.
Aunque quedaban pocas chicas deambulando fuera del estadio, llevar una credencial de prensa colgando era un calvario. Cada dos pasos las fans pretendían llevársela como recuerdo. En el camino estaban Valeria y Sabrina, de 16 y 17 años, que se habían largado solas desde Tucumán para ver a "los tipos que amamos", como decían ellas, entre muertas de frío y emocionadas. "No me traje la campera, pero no me importa. Anoche soñé con Kevin en el colectivo. Soñé que subía con nosotras y venía para la cancha", comentó Valeria.
A pesar de que la idolatría siempre vende, la crisis económica se hizo notar dentro del estadio. Las entradas, que iban desde los 80 hasta los 15 pesos, resultaron demasiado caras para los padres que tenían a más de una "boymaníaca" en la familia. El público de los Backstreet Boys, chicas desde los ocho hasta los 18 años, todavía depende del bolsillo de los padres, y muchas estaban acompañadas por sus desorientadas madres, que también tuvieron que pagar la revista y las vinchas.
La multitud del campo jamás pasó la torre de sonido, y en las plateas altas (curiosamente las más económicas) había muchos espacios en blanco. En los últimos días las entradas para campo se estaban vendiendo a 15 pesos (lo que costaba una popular) y las plateas a 35, cuando originalmente costaban entre 70 y 80. Más allá de la densidad demográfica, en México 200 mil personas vieron a los Backstreet Boys, y en la Argentina unas 27 mil, según los mismos organizadores.
Otra curiosidad es que la brecha entre los Backstreet Boys y las chicas que los adoran cada vez se agranda más. El público es excluyentemente adolescente, mientras que los miembros del grupo hace rato que pasaron esa etapa. El mayor es Kevin Richardson (28), y el benjamín es Nick Carter (21). Incluso Kevin y Brian Littrell, que a la sazón son primos, ya están casados.
Si bien no consiguieron llenar River, los Backstreet Boys tuvieron a cambio al público más entusiasta, devoto y chillón de los últimos años. Las chicas no paraban de corear el nombre del grupo y gritaban ante cualquier imagen que se proyectaba desde las pantallas de video. Había banderas de distintos fans clubs y otras que se dirigían a algún integrante en particular, todas llenas de corazoncitos y un mensaje único: "I Love You".
Los Backstreet Boys respondieron con todo lo que tienen, y demostraron que a pesar de medirse con fuertes competidores son los líderes mundiales del llamado boom adolescente. Apenas un año atrás, muchos decían que el grupo era flor de un solo día, más todavía cuando perdieron una batalla legal con su creador, el empresario Louis Pearlman, quien los abandonó para crear a los N'Sync, sus principales rivales.
Esto parecía suficiente para dejar a los chicos de Orlando fuera del juego. Pero con el álbum "Black & Blue" demostraron que siguen en carrera. El disco no logró superar al compilado "1" de los Beatles, ni tampoco al record de N"Sync con "No Strings Attached" (2,5 millones de copias vendidas en una semana en los EEUU), pero igual vendió cinco millones de copias en todo el mundo a sólo una semana de su lanzamiento.
Después de casi dos horas de show, las chicas salían apuradas del estadio para colgarse de las combis en las que supuestamente huían los cinco Backstreet Boys. Pero su destino era un poco más previsible y seguro. Sus padres, amontonados en la estación de servicio que está por Figueroa Alcorta, las esperaban con un abrazo y un abrigo.


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