Capital Federal (enviada especial). _ Los Backstreet Boys en vivo son como una sucesión de colas de películas de Hollywood, y de esas películas con efectos especiales, bromas y finales felices. El sábado, en el estadio de River, realmente no importó que hubiera "sólo" 27 mil personas (casi la mitad de lo esperado), ni tampoco que las banderas se volaran con el viento ni que la sensación térmica fuera de siete grados (y en River de cero grados). No, no importaba nada, porque la película que se proyectaba sobre el escenario era perfecta, y abajo encima había miles de chicas dispuestas a festejar, aplaudir y gritar aunque el guión no les gustara.
En las plateas las chicas agitaban los globos azules y negros que les habían dado en la entrada, como un souvenir con los colores de "Black & Blue", el álbum que los Backstreet Boys venían a presentar. En el estadio sobraba lugar, pero la zona cercana al escenario era un verdadero hervidero. Ahí se supone que estaban las sacrificadas fans que pagaron la entrada más cara: acampar un mes en los alrededores del estadio para ver a sus ídolos de cerca. Y ahí los tuvieron, claro, aunque todo pareciera una película.
La proyección empezó a las 9.45 en las tres pantallas de video (una central, gigante, y dos laterales), donde se veían unos meteoritos que chocaban contra el planeta Tierra. Desde el escenario llegaban los efectos de sonido: explosiones, destellos y humo. Una parafernalia infernal, no muy distinta a la que usaron los Rolling Stones o U2. Pero las chicas no gritaron hasta que aparecieron los Backstreet Boys en persona, y miles de hormonas en ebullición, aullando, superaron cualquier tipo de pirotecnia.
Ahí estaban los Backstreet Boys (BSB). Eran los chicos de los posters pero en carne y hueso, tan deseables y apetecibles como esas tortas bañadas en crema y chocolate que ponen en las vidrieras de las confiterías. La versión real de los chicos de papel todavía era un sueño cuando se elevaron desde abajo del escenario en cinco plataformas individuales. Eso era Hollywood, y el Hollywood de "La guerra de las galaxias".
Ahí estaban los estereotipos, más reales e identificables que nunca: AJ McLean (23) , el duro de la película, el que tiene pinta de roquero, con sus tatuajes y sus patillas; Howie Dorough (27), el amante latino, descendiente de puertorriqueños e irlandeses, con fama de pacífico y vulnerable; Kevin Richardson (28), el morocho matador, el mayor de la familia, que parece muy serio y cool; Brian Littrell (26), el rubio con pinta de moderado y responsable, y Nick Carter (21), el otro rubio, carilindo y canchero, con chapa de piola y bromista.
Hombres de negro
Los BSB salieron todos vestidos de negro, con una especie de tapados largos, con una coreografía de videoclip y cantando "Everyone", ese tema de "Black & Blue" compuesto para agitar brazos en los estadios. Cualquier movimiento en el escenario bastaba para detonar el griterío. Es que los BSB saben darles a las chicas lo que ellas quieren. ¿Cómo no van a gritar cuándo un rubio como Nick Carter, lindo como el sol en una mañana de invierno, les sacude en sus narices la bragueta de su pantalón de cuero negro? Los BSB provocan descaradamente, se contonean, tiran besos, hacen caritas y sacuden la cola sin problemas. Un hitazo como "Larger Than Life", precisamente dedicado a las fans, se encarga del resto.
En "Shining Star" hacen delirar a las chicas cuando se contonean y se rozan con las bailarinas. Después, Kevin, todo vestido de blanco (incluso los zapatos), como un maestro de ceremonia, lee dos o tres palabras en español ("felices", "amor") y su discurso queda arrasado por el griterío. Muchos podrán decir que hace años pasó lo mismo con Menudo (aquel grupo donde militaba Ricky Martin), con Luis Miguel cuando era un adolescente o con los New Kids On The Block, esos embriones de los BSB. La diferencia es que acá hay un montaje de alta escala. En el show de los BSB todo está perfectamente planeado y cronometrado. Su lista de temas no es un papel arrugado escrito a las apuradas con un fibrón, como son todas las listas de los músicos de rock. Su lista está prolijamente tipiada, y hasta figura quién va a hablar y qué va a decir, la cantidad de bises y los espacios para los efectos especiales.
Ningún detalle está librado al azar, cada paso sobre las tablas está calculado y hay cuatro cambios de vestuario. Los resultados son casi siempre brillantes. Los chicos aparecen y desaparecen del escenario como por arte de magia (gracias a esas plataformas subterráneas), cada canción es un cuadro de los viejos y mejores musicales de Hollywood, y cada coreografía es digna de un video de Michael Jackson o de una puesta de Broadway.
"Estuvieron como tres horas ensayando esas pavadas", comentó una empleada de River que había presenciado la prueba de sonido. Lo cierto es que los BSB se mueven de lo lindo sobre el escenario, sin despeinarse ni arruinar su fachada de intocables con la transpiración. Cuando hacen "Yes I Will" aparecen vestidos con fracs blancos, con unos bastones haciendo juego, que les sirven para armar un cuadro musical tipo "Cantando bajo la lluvia". Los cinco se mueven al compás y nadie pifia ni un paso. Después se los traga otra vez el escenario y reaparecen en una rampa ubicada encima de la banda, cantando la balada "More Than That", otro tema de "Black & Blue", mientras cuatro bailarinas dan vueltas abajo con unos vestidos de cola también blancos. Todo combina.
Howie D., el único que sabe algo de español, es el que mantiene los diálogos más largos con la platea. "¿Ya compraron nuestro nuevo disco?", pregunta interesado, pero después se ríe. Las chicas, sin embargo, no se alteran por quién les habla. Lo que más las excita es ver a los rubios, Brian, y sobre todo Nick, en el borde del escenario o en los primeros planos de las pantallas de video. Las miradas, como reflectores, están puestas sobre ellos.
Cuando llegó el turno de "I Want It That Way", el primer hit de "Millennium" (1999), su disco más vendido, el público estaba totalmente entregado. Los BSB hicieron palmas y cantaron con sus fans, mientras las pantallas de video mostraban el making off del clip de ese tema, y los chicos se escapaban del escenario para prepararse para la segunda parte.
Pasaron pocos minutos hasta que el escenario se llenó de humo y apareció una bailarina con aspecto de mujer fatal para la apertura de "Not For Me". Se venía otra coreografía, con explosiones incluidas, y otro vestuario: discretos pantalones y remeras negras. Nada más apropiado para el pegadizo baladón "Show Me The Meaning of Being Lonely", otro estratégico tiro al corazón femenino. Los BSB tontean entre ellos, Nick no puede pronunciar ni una palabra en español, pero dice "hola", se ríe, y eso gesto le alcanza. Más todavía si después el grupo se despacha con "Quit Playing Games (With My Heart)", la canción que los consagró allá por el 96.
A partir de ese tema los BSB empezaron a estar más sueltos, menos atados a las coreografías perfectas y más cerca de sus fans. Claro que a veces se pasaron de rosca. En la mitad del show, por ejemplo, simularon hacer un número de magia (son muy malos actores) desapareciendo dentro de una caja. Eso estuvo simpático. Pero después una cámara tipo indiscreta se metió en los camarines que estaban debajo del escenario para mostrar a los chicos "en acción". Ahí los BSB, en una forzada pose natural, se cambiaban de ropa, se tiraban con serpentina, se pegaban entre ellos, y también empezaron a revolear burlonamente los ositos de peluche que les regalan sus fans. En vano A.J. mostraba sus tatuajes, porque las chicas sólo gritaban cuando en las pantallas de video aparecía Nick. Para completar su imagen (tal vez) deliberadamente antipática, A.J. después se pavoneó sobre el escenario preguntando a las fans: "Can you scream really hard?" (¿Pueden gritar realmente fuerte?). Y la respuesta fue la obvia.
Colorinche y poco informal
Traspiés al margen, cuando resurgieron desde los camarines, bien acicalados y con ropa informal bien colorinche, los chicos iniciaron un set que tuvo las mismas características de la ropa. Todo combina (otra vez). Caminando libremente sobre el escenario, sentados en las pasarelas, haciendo gestos a la cámara, o bailando por cualquier lado, cantaron una versión en castellano de "I'll Never Break Your Heart", de su primer disco; la empalagosa "I Promise You", de "Black & Blue", y la intimista "How Did I Fall In Love With You", del mismo álbum. A esa altura apareció el "olé, olé, olé" y Brian se tiró desde el escenario a una plataforma que estaba debajo, justo al lado de las fans. En "Time", una de las mejores canciones de su último disco, mostraron una bandera que venía del público y que decía: "Backstreet Boys. Gracias por existir". En un arranque por demostrar que ellos también son músicos, AJ tocó la batería en "The Answer To Our Lives", y Brian agarró la guitarra en "All I Have To Give". Después el rubio tiró su sombrero a las chicas, que se abalanzaron en un acto suicida, y se unió a los otros en una coreografía y en un cierre a capella en plan gospel.
El tramo "informal" del show terminó con la presentación de los verdaderos músicos de la banda y de los bailarines, una tarea que se repartieron los cinco Backstreet. Más allá de los gritos de las chicas, el que mejor lo hizo fue otra vez Nick Carter. Los chicos se alistaron para el gran final con "Everybody", que no sonó tan bien como en la MTV, pero igual tuvo su cambio de vestuario (sacos plateados) y una coreografía a lo "Thriller" de Michael Jackson. Cuando pronunciaban la palabra "sexual", los cinco se contoneaban hacia delante sin disimulo.
La bailable "Get Another Boyfriend" dio paso a "The Call", el último corte de "Black & Blue" que está sonando ahora en la MTV. A.J. anunció que se trataba de la última canción, y las chicas aprovecharon para aullar con más fuerza. La maquinaria de los BSB estaba quemando sus últimos cartuchos. Los chicos desaparecieron otra vez del escenario y a los pocos minutos resurgieron de la superficie con unas pretenciosas capas azules. Debajo tenían nada menos que la camiseta de la selección Argentina, y también se reservaban "Shape Of My Heart", la balada que disparó a su último disco a los primeros lugares de los rankings.
A las 23.30 la película de los Backstreet se terminó, con los mismos destellos y las explosiones del comienzo. Aunque el argumento era simple, quedaron flotando muchas preguntas. ¿Qué vendrá después de los hits, los gritos, el llanto y los posters en la pieza? ¿Permanecerá en las chicas ese deslumbramiento? ¿Seguirán escuchando FMs y tarareando hits o entrarán a alguna disquería para buscar más y mejores canciones? ¿Llegarán a escuchar a los referentes de los BSB, desde Prince hasta Michael Jackson? ¿Descubrirán algún día toda la belleza y la profundidad de la música que viene de la tierra de sus ídolos? ¿Aprenderán inglés y conocerán a los Beatles? ¿Cruzarán océanos con un walkman y llegarán todavía más lejos? Si la respuesta es sí, entonces la película del sábado a la noche valió la pena.