Algo de todo el carisma que desplegó Rodrigo en el último tramo de su carrera está en "Rodrigo, la película", el filme de Juan Pablo Laplace que se estrenó en todo el país en cerca de 130 salas, con la obvia confianza de que se tratará de uno de los éxitos de taquilla del año. La pobreza musical y literaria de las canciones de Rodrigo siempre estuvieron en un segundo plano. A nadie le importaba cómo cantaba o su forma de decir sus mensajes. Bastaba sólo con su presencia. Lo mismo sucede con la película, ya que es un filme precario, con muchos tics televisivos, desaciertos actorales y pobreza argumental, además de un burdo mensaje de santería para Rodrigo, cercano incluso a las ideas de reencarnación. En el filme las imágenes de Rodrigo son imágenes de archivo, de sus actuaciones en la televisión y en el Luna Park. Más allá de algunos desajustes en cuanto al pasaje de la TV a material fílmico, lo que se crea es una extraña sensación de soledad. Quizá sin quererlo las tristezas de todo ídolo, el aislamiento que provoca la fama, quedan representadas en esas imágenes documentales, donde el pobre Rodrigo está prisionero. El ídolo como prisionero de su éxito es algo que filme muestra de refilón pero es lo más interesante de "Rodrigo...", aunque no lo fue para sus realizadores, quienes lamentablemente contaron una historia de amor entre dos jóvenes a los que la carrera del Potro les sirve como telón de fondo y lugar de encuentro.
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