Faltaban todavía más de dos horas para que el Vía Crucis comenzara, y llegar hasta la parroquia Natividad del Señor se tornaba difícil. Por avenida Circunvalación, a la altura de Sorrento, la cola de autos, colectivos y camionetas se hacía interminable. Los agentes de tránsito decidieron cortar antes de lo previsto la avenida a la altura de Baigorria, y los fieles se bajaban allí para llegar caminando hasta el punto de partida. Mientras tanto, miles de personas ya se iban concentrando frente a la iglesia. Así se vivieron las horas previas a la ceremonia que presidiría el padre Ignacio. Algunos aseguraron que es fe, otros sólo fueron a agradecer, mientras que no fueron pocos los que llegaron a barrio Rucci a pedir por salud y, sobre todo, por trabajo. Estas son algunas de las razones que ayer hicieron que desde temprano rosarinos y fieles de localidades cercanas se sumaran a la conmemoración. La mayoría aseguró que no era la primera vez que participaba de la recorrida. Clotilde es rosarina y ayer fue la cuarta vez que hacía el Vía Crucis con el padre Ignacio, pero esta vez fue con sus tres nietos. "Lo que pasa es que si no vengo, todo me sale mal", aseguró la mujer de 49 años, quien afirmó: "Este sacerdote es un mediador muy especial entre la gente y Dios". En la puerta de la parroquia los colaboradores de Ignacio intentaban organizar a la gente que iba llegando. Mientras tanto, Blanca esperaba la hora de que la ceremonia comenzara. Había venido desde Oliveros muy temprano y ya era la segunda vez que participa del Vía Crucis en Rosario. "Al padre Ignacio le tengo fe porque desde la primera vez que lo vi me emocionó mucho", aseguró contundente, y explicó que "este año vengo, sobre todo, a pedir por mi salud". Durante las horas previas, la calle de la iglesia fue una verdadera peregrinación de fieles: familias con chicos, parejas y jóvenes ingresaban despacio, y todos preguntaban por el sacerdote. Pero sus colaboradores sólo respondían: "Es un misterio". Para el barrio no fue una tarde cualquiera y cada Viernes Santo la historia se repite. Más de una hora antes de que el Vía Crucis comenzara, una imagen de Cristo crucificado fue colocada en el medio de la calle. Rápidamente la gente comenzó a agolparse frente a la imagen para tocarla, pero en poco tiempo los colaboradores de la parroquia lograron que la muchedumbre se ordenara. Así, uno a uno fueron pasando frente a la cruz de madera. Poco a poco, iban ingresando a la parroquia, donde recibían rosarios y crufijos de madera. Allí estaban Juan y Mari, un matrimonio que desde hace seis años se acerca a barrio Rucci para esta fecha. "Es la fe y el carisma que tiene el padre, por eso venimos desde hace tantos años", aseguró Juan, mientras que su esposa explicaba: "Tengo que venir a dar gracias a Dios, porque tengo tres hijos sanos. Y dentro de la terrible situación que vive mucha gente, nosotros estamos bastante bien. Tenemos trabajo". Ya sobre la hora, los creyentes se iban acomodando por las calles del barrio, esperando el momento de empezar a caminar. "Acá se sienten muchas cosas, porque es una oración muy poderosa", aseguró Claudio, que cada Viernes Santo, desde hace diez años, llega a la parroquia Natividad del Señor. Así, uno a uno iban saliendo por las puertas laterales de la iglesia. Sólo se colgaban los rosarios y las cruces, y se preparaban para marchar.
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