Laura Vilche
"Que Dios me ilumine para darles a ustedes lo mejor, que me dé fuerza y paciencia". El padre Ignacio Peries no había terminado de expresar este particular pedido cuando la gente lo ovacionó con aplausos e incondicionales vivas. Por supuesto que los pedidos no quedaron allí. En un rosario de ruegos, el sacerdote también pidió por "trabajo digno, salud, por los ancianos, las embarazadas, por los que necesitan una vivienda y por los jóvenes solos y solas", entre otros tantos destinatarios de su plegaria. Ellos también pidieron: trabajo, bienestar familiar y salud. De esta manera, el barrio Rucci vivió el 22º Vía Crucis que organiza la parroquia Natividad del Señor. El tradicional recorrido que evoca la Pasión de Jesús convocó esta vez a unas 200 mil personas, tal cual lo calcularon los organizadores y los agentes de la comisaría 23ª de barrio Rucci. Según aseguraron a la medianoche, esa fue la cantidad de público que peregrinó durante los siete kilómetros que duró la procesión. La ceremonia que recrea el tortuoso y liberador camino de Cristo hacia la Cruz se extendió desde las 20.30 hasta pasadas las 23. Pero la jornada había comenzado muy temprano, cuando miles de creyentes empezaron a llegar, cerca de las 15, con sus pedidos y agradecimientos. Como se repite cada Viernes Santo desde hace 21 años, la parroquia de barrio Rucci fue el punto de partida de los devotos que, minutos antes de salir, recibieron las cruces de madera y rosarios especialmente confeccionados para esta ocasión. La columna de feligreses fue acompañada por tres cruces, una que encabezaba el Vía Crucis, la otra que se ubicaba en el medio de la multitudinaria y compacta formación, y una última que la escoltaba. A diferencia de otras oportunidades, esta vez el padre Ignacio no hizo el recorrido del Vía Crucis, sino que lo acompañó con su voz desde un ómnibus ubicado junto al puente de Circunvalación, donde terminó el recorrido. Desde allí sus rezos se multiplicaban en todos los parlantes ubicados en el barrio y sus inmediaciones, así como en los miles de receptores que lo sintonizaron para escucharlo por radio. Ignacio Peries rezó y ofreció todo el tiempo sus reflexiones, mientras el locutor Julio César Orselli acompañó con intenciones el mensaje religioso. Desde adentro del ómnibus donde estaba el padre, cuatro grupos musicales siguieron con sus melodías los pasajes bíblicos. Las palabras de Ignacio Peries fueron abundantes en ruegos por los enfermos, por aquellos que "están esperando un trasplante", por las embarazadas, las personas que buscan trabajo y aquellas que quieren vivir dignamente con su empleo, por las que necesitan un techo donde vivir, por los ancianos que sufren de soledad, y por aquellos que anhelan la paz y el consuelo en familia. Mientras tanto, y a lo largo del recorrido, las tres cruces fueron llevadas por la gente, que era elegida al azar por los organizadores y cargaba durante algunos instantes la imagen del Cristo crucificado. Entre estación y estación, unas 20 personas iban cargando cada cruz. Un grupo de colaboradores se encargaba de elegir a la persona que la llevaría en alza. Le colocaban en pocos segundos un crocco de cuero en el cuello (una especie de alforja donde se fija la cruz), y la ayudaban a sostener el peso de la imagen. La gente se desesperaba por tener el honor de llevarla. Acercarse a la cruz implicaba emoción, forcejeos y llantos incontenibles. "Vine a pedir para que mi hermana consiga trabajo", dijo al borde de las lágrimas Cristina Zega, de Rosario. "Pedimos por la familia, por salud", señalaron emocionados y casi al unísono Hernán Torres y su hija Flavia, luego de llevar por unos metros la imagen del Cristo crucificado. "Vengo todos los años y llevar la cruz era un gran anhelo para mí, pedí por mi gente", indicó Eduardo Burgos de Cañada del Ucle. Varios vehículos acompañaban la marcha, transportando a numerosas personas con problemas de salud o con discapacidades físicas. El templo puso a disposición de la peregrinos unas 2.200 personas, entre policías, servidores y personal municipal. Sólo 1.200 de ellos eran colaboradores de la parroquia, quienes estuvieron al pie cubriendo múltiples actividades: hicieron cordones con sus brazos, repartieron cruces, organizaron a la gente. También aportaron sus servicios a lo largo del trayecto los puestos sanitarios. Había cuatro ambulancias de Ecco, ocho del Sies, voluntarios de la Cruz Roja y estudiantes de la facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Rosario. Sin embargo, las urgencias sanitarias fueron menores: sólo algunas torceduras de tobillo y síntomas de cansancio.
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