Ricardo Arjona fue un aventurero que llegó a Buenos Aires a fines de la década del 80 pero solamente recuerdan aquella visita quienes lo escucharon cantar en la porteñísima calle Florida, cuando guitarra en mano cantaba sus temas ante los asombrados paseantes y pasaba la gorra. Ya había cursado una carrera universitaria en Comunicación Social para conformar a sus padres y se había lanzado a la aventura dejando atrás un pasado como estudiante algo díscolo y destacado basquetbolista que integró la selección de su ciudad en Guatemala. Al escuchar esas referencias y las preguntas que pretenden desentrañar por qué descartó un futuro en el basquet el autor de "Señora (de las cuatro décadas)" se escuda en la seriedad y dice: "Puedo hablar del basquet porque es algo que ya no hago más, pero creo que la canasta (el gol) que pueda llegar a meter musicalmente está en proceso y el partido se sigue jugando". Después señala que en su primer paso por la Argentina aprendió cosas buenas. "Yo no estaba como para las cosas malas. Era como una esponjita, absorbiendo un montón de cosas. Cuando de aprendizaje se trata, las cosas que para la óptica de la mayoría pueden parecer malas de repente son las mejores", dice entre risa el cantautor. Para alguien que alguna vez fue maestro de escuela, Arjona sabe bien cuál es una de las lecciones más grandes de su vida: "No importa demasiado el cheque que recibes a fin de mes, la mejor de las felicidades radica en hacer lo que te gusta".
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