Gustavo Yarroch
Aquí se respira historia. A cada paso, en cada monumento, en cada museo. El Coliseo, la Fontana di Trevi, el Vaticano, la plaza España, la plaza del Pueblo. Roma despierta encanto y seducción. Y si, como si esto fuera poco, en su menú invernal incluye un duelo entre Italia y la Argentina, la propuesta parece inmejorable, por más amistoso que éste sea. Son pocas las veces en que las grandes potencias del mundo están frente a frente. Más aún, tratándose de equipos de continentes diferentes. Pruebas a la vista: italianos y argentinos volverán a verse las caras después de once años, nada menos. La última vez que se enfrentaron fue en el Mundial de Italia 1990, aquella noche en la que igualaron 1-1 con goles de Claudio Caniggia y el Totó Schillachi y después Sergio Goycochea se recibió de héroe nacional en los penales. Y esta, precisamente, es otra de las razones que revalorizan el duelo de hoy, a las 20.45 de aquí, 16.45 de la Argentina, en el estadio Olímpico y con arbitraje del francés Alain Sars. ¿Nevará hoy? Es la pregunta que muchos se hacen aquí, en medio de un invierno crudo, con sensaciones térmicas bajo cero que obligan a la gente al uso de bufandas, guantes y sobretodos. Será, para los dirigidos por Marcelo Bielsa, el primer test del año y el único antes del reinicio de las eliminatorias, el 28 de marzo, en el Monumental, ante la débil Venezuela. Argentina transita el camino hacia Japón y Corea en lo más alto de la tabla, con cinco puntos de ventaja sobre su escolta, Brasil, y la clasificación para el Mundial es casi un hecho. Brillante en los números, no tanto en el juego, podría decirse. A un año y cuatro meses del comienzo del Mundial, la oportunidad parece más que propicia para calibrar fuerzas, para medir si el fútbol que propone Bielsa también es suficiente para ganarle a los grandes europeos con la autoridad con que el equipo viene haciéndolo en Sudamérica. Hasta ahora, cuando le tocó jugar amistosos como visitante ante seleccionados poderosos, le fue bastante bien: igualó 1-1 con Holanda en Amsterdam, en 1999; le ganó 2-0 a España en Sevilla, en el mismo año; e igualó 0-0 frente a Inglaterra, en Londres, el año pasado. El desafío está instalado, ante un rival que históricamente le dio la espalda a la estética futbolera, planteando siempre encuentros cerrados y tratando de llegar al gol a través del contragolpe. Aunque es cierto que ahora, bajo la dirección técnica de Giovanni Trapattoni, sucesor de Dino Zof, Italia propone un juego un poco más ofensivo. Salvo el lesionado Gabriel Batistuta, estarán todos los habituales extranjeros del seleccionado, los mismos que conforman el círculo íntimo de Bielsa, afecto a trabajar con un grupo estable de jugadores, según muestran las evidencias. Como el técnico no confirmó la formación, lo único que cabe es realizar especulaciones. Se supone que en el arco y la defensa no habrá novedades (Germán Burgos; Nelson Vivas, Roberto Ayala y Walter Samuel). En el mediocampo, todo parece indicar que jugarán, de derecha a izquierda, Javier Zanetti, Diego Simeone y Juan Pablo Sorín. El enlace sería Juan Sebastián Verón, quien arrastra una dolencia pero igual llegaría en condiciones. El puesto de puntero derecho recaería finalmente en Pablo Aimar, a quien en la práctica de ayer a la mañana se lo vio hablar un largo rato con Bielsa. Y los otros dos hombres de punta serán Hernán Crespo y el Kily González. Aunque, claro, puede haber alguna variante inesperada. Italia, campeón mundial en 1934, 1938 y 1982 y actual subcampeón europeo, lidera su grupo en las eliminatorias y posee muchos jugadores de renombre, como Paolo Maldini (Milan), Alessandro Nesta (Lazio), Francesco Totti (Roma), Christian Vieri (Inter, regresa al seleccionado luego de un año) y Filippo Inzaghi (Juventus). Pero al grueso del público local le interesa mucho más la suerte de Roma, Juventus y Lazio en la Liga que el partido de hoy, de manera que muchos especulan que no habrá más de cincuenta mil personas en un estadio con capacidad para setenta y ocho mil. Italia-Argentina, duelo de grandes en la gran Roma. Que sea mucho más que una buena promesa.
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