La catástrofe hídrica hizo que los uniformados se convirtieran en poco tiempo en la única representación oficial permanente con capacidad de asistir a los lugareños. De ese modo y a través de helicópteros del Ejército como único medio de traslado recorrían los pueblos afectados entregando víveres y medicamentos. Transformándose también en improvisados enfermeros, parteros y hasta en asesores de rudimentarias técnicas para purificar agua.
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