La recepción de ofertas para las licitaciones de las obras de los dos tramos de la segunda y última etapa de los Bajos Submeridionales que se registró la semana pasada en el Ministerio de Infraestructura de la Nación tiene, además de la significación propia de toda obra de magnitud, un valor que va mucho más allá de la implicancias económicas y laborales. Cuando los trabajos que se realizan en el límite entre Santa Fe y el Chaco estén terminados permitirán que el agua de las lluvias se escurra hacia el río Paraná, permitiendo la recuperación de más de un millón de hectáreas y la desaparición definitiva de un antiguo conflicto entre poblaciones de ambas provincias, que se conoció como la guerra del agua, y que en 1998 estuvo a punto de convertirse en un enfrentamiento armado.
Según uno de los protagonistas santafesinos de ese episodio, que pidió permanecer en el anonimato por cuestiones personales y que en aquel tiempo vestía uniforme, "en estos tiempos, no muchos recuerdan lo sucedido en la zona del paralelo 28, cuando a comienzos de aquel año una vez más grandes extensiones de tierras quedaron inundadas y, aparte de las pérdidas materiales, se sumó un viejo diferendo entre productores y vecinos por el curso que tomaban las aguas, acusándose unos a otros y creando un encono que no se justificaba".
"Los chaqueños habían decidido resolver la cuestión por su propios medios y procuraban romper un terraplén en nuestro territorio convencidos de que el agua que afectaba a gran parte del sur de su provincia escurriría con mayor rapidez y daría por concluida la situación que, además de dañar sus inversiones, comprometía seriamente la vida de sus familias", relató la fuente.
"Por nuestra parte, defendíamos la integridad de esa defensa y tratábamos de convencerlos de que así no se resolvería el problema sino que se trasladaría a al norte de Santa Fe, que ya estaba anegada pero presentaba un nivel inferior al lado chaqueño", recordó.
En su relato, el informante de La Capital explicó que "ese estado de cosas encendió la polémica y fue caldeando los ánimos, a tal punto que llevó a los vecinos y productores a apostarse a la vera del terraplén a la altura de Gato Colorado para lograr sus objetivos. La tensión y el número de manifestantes fue en aumento al igual que el nivel de los reclamos hacia los gobernantes de las dos provincias. Para ese entonces casi un centenar de policías custodiaban a ambos lados del límite para evitar enfrentamientos entre los colonos".
"El recuerdo de esos meses todavía me genera angustia. La tierra libre de agua era muy poca, había gran cantidad de alimañas que buscaban salvarse de la inundación. Estábamos rodeados de arañas, víboras y ratas. Además el panorama era crítico porque ninguno de los pueblos de la zona tenía luz ni agua y había que asistirlos de la mejor forma posible ante problemas que a veces eran de lo más insólito".
"Cuando el número de chaqueños estaba cerca de 500 rompieron a pico y pala el terraplén y el agua comenzó a correr hacia Santa Fe, con el consecuente agravamiento de la situación. Allí los uniformados y vecinos de nuestra provincia debimos unirnos en el esfuerzo de cerrar nuevamente el terraplén", relató.
La crónica de ese año informaba que el episodio hizo que la situación se tornara insostenible y las reuniones entre funcionarios de ambos Estados fueran más frecuentes y terminaron en una reunión cumbre en la isla Cerrito entre los gobernadores Jorge Obeid y Angel Rozas, logrando importantes avances que apuntaron a acelerar el proceso de ejecución de las obras que ya estaban en marcha, dando por superados sus también firmes posiciones sobre el tema.
Comunicaciones
"Las comunicaciones con las fuerzas chaqueñas eran permanentes. Por un lado, había que calmar los ánimos de la gente, y por otro evitar que alguien tomara una medida equivocada y se desencadenara una situación de alcances impredecibles que después tuviéramos que lamentar. Hubo que dar órdenes muy específicas y terminantes. Del otro lado había directivas que se oponían a las nuestras. Los efectivos estaban tensos y dispuestos a todo, pero logramos que prevaleciera la cordura. Cuando se está al mando de personal armado y en condiciones para las que no estamos preparados, una mala decisión puede terminar en una tragedia", continuó en su relato.
"Felizmente, en los últimos días de marzo de ese año las tratativas hicieron que la tensión política comenzara a bajar junto a la frecuencia de las lluvias, mientras desde los gobiernos involucrados aumentaba el interés por las obras de saneamiento, que ambas provincias venían gestionando desde 1973", explicó.