Año CXXXIV
 Nº 49.021
Rosario,
miércoles  07 de
febrero de 2001
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El "no" de Arafat en Camp David y la Intifada sellaron la suerte del premier
Hace sólo 21 meses, Barak derrotaba a Netanyahu de manera categórica. Pero su impericia política lo perdió

Jerusalén.- Hace 21 meses, en medio de la euforia por el triunfo electoral ante Benjamin Netanyahu, Ehud Barak prometió solemnemente en la plaza que lleva el nombre del asesinado primer ministro Yitzhak Rabin que continuaría el legado de paz de su mentor.
Para muchos israelíes, significaba la última etapa del largo y difícil camino hacia una paz amplia en el Oriente Medio. Y parecía posible un acuerdo con los palestinos, y hasta un acercamiento con los vecinos hostiles, como Siria.
Ahora, con las esperanzas de paz truncas para muchos, una sangrienta insurgencia palestina en su quinto mes y el intransigente Ariel Sharon triunfando ante Barak en modo aplastante, la cuestión central es: ¿Por qué todo salió tan mal y tan pronto para Barak?
Poco a poco, Barak fue perdiendo el apoyo entusiasta inicial. Desde sus primeros días en funciones, se ganó la fama de ser arrogante. Un ex jefe militar acostumbrado a dar órdenes cortantes mostró una tendencia a hacer a un lado los consejos. Le desagradaba delegar. Al punto que dejó vacantes importantes cargos. El mismo desempeñó el de ministro de Defensa.
En lo político no dio muchos indicios de la brillantez estratégica que mostró en su época militar. En el afán de mantener una inestable coalición gubernamental formuló compromisos inaceptables para su base política.
Los israelíes laicos -base electoral del laborismo israelí- observaron con decepción sus esfuerzos desesperados por mantener el apoyo de los partidos ultrarreligiosos, que ahora respaldan a Sharon.
A medida que la sangrienta confrontación en Cisjordania y Gaza (la segunda Intifada que estalló en septiembre y continúa aún) llegaba a su quinto mes, muchos israelíes consideraron que Barak no había actuado con la energía necesaria para contener la violencia.
Barak nunca llegó a llevarse bien con Yasser Arafat y les impidió desempeñar un importante papel en las negociaciones a algunos allegados suyos en mejores relaciones con el líder palestino, principalmente el estadista Shimon Peres.
Cuando Barak ganó las elecciones en mayo de 1999, al derrotar al primer ministro Benjamin Netanyahu por 56 a 44 por ciento, prometió ser "el primer ministro de todos", buscando la paz y cerrando las brechas entre la izquierda y la derecha, entre religiosos y seculares. Sin embargo, las divisiones son ahora más profundas que nunca. Barak ha decepcionado a los árabe-israelíes, a los inmigrantes rusos y a los votantes indecisos que lo ayudaron a ganar el poder.
Los árabe-israelíes, cuyo 12,3 por ciento del electorado respaldó a Barak abrumadoramente en 1999, se abstuvieron activamente de votar esta vez, en protesta por la muerte de 13 de los suyos a manos de la policía al inicio del levantamiento palestino.

Camp David, momento decisivo
Un momento crucial en el mandato de Barak se produjo en julio del año pasado, cuando se reunió con Arafat en la cumbre de paz de Camp David, auspiciada por Bill Clinton. Barak llegó proclamando un desafío a sus aliados derechistas y religiosos, que le retiraron el apoyo a su gobierno en la víspera de la cumbre por temor a que pusiera en peligro la seguridad y la posesión de Jerusalén. "Nadie me va a enseñar qué es la seguridad", replicó.
Barak propuso en Camp David compartir la soberanía de Jerusalén con los palestinos y entregarles hasta 95-8 por ciento de Gaza y Cisjordania (Sharon no "otorga" más del 40 por ciento, ya entregado de hecho a la Autoridad Palestina). Aunque la audaz oferta de Barak no tenía precedentes, no satisfizo las demandas de Yasser Arafat. El haber ofrecido tanto -más que cualquier otro gobernante israelí- y haber cosechado como respuesta una interminable ola de violencia palestina, iniciada a pocas semanas del fracaso de Camp David, fue tal vez el golpe mortal a la carrera política de Barak y, muy probablemente, un brutal retroceso para el proceso de paz. No en vano Sharon ha dicho reiteradamente que el proceso iniciado en Oslo está muerto.
Ahora, con el premier laborista batido en humillante nocaut por Sharon, posiblemente muchos dirigentes palestinos se preguntarán si no habrán perdido en la apacible residencia veraniega de Camp David una ocasión irrepetible.


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