Mauricio Tallone
El hombre conoce de tapas y centimiles. La sabe lunga porque antes de cualquier otro título, se diplomó en la universidad de la calle. Tiempo después, su protagonismo lo vinculó al mundo de la pelota desde adentro de la cancha y terminó de cerrar el círculo genético sentado en el banco que siempre quiso estar. Edgardo Bauza reclama celeridad, casi la suplica. Y avizora la silla más próxima del hall del hotel Intersur como la pausa reparadora, la tierra firme luego de soportar la zozobra de un barco que estuvo a punto de naufragar, pero su continuidad está asegurada. Luego, como un conferencista avezado, pide un cenicero y deja ejercer con comodidad el oficio de hábil declarante. Este Patón que enfrenta el mano a mano con Ovacion se muestra más distendido, hasta pregonero de una armonía que suena un tanto inverosímil para transitar una selva despiadada como el fútbol. El entrenador de Central echa humo por los cuatro costados como un motor fundido o un búfalo que resopla en invierno, advierte que está afrontando, sin palabras altisonantes pero con firmeza, un nuevo desafío ante el hincha canalla. Aunque esta vez prefiera tomarse con soda los avatares que rodearon a su prolongada confirmación como técnico para el 2001. -¿Te molestó que haya habido tanta desprolijidad de los dirigentes para renovarte el contrato? -Molestar no es la palabra adecuada. Porque si bien no se hablaba en forma oficial acerca de mi renovación, nunca corté el diálogo con los dirigentes. Pero la situación era entendible, el campeonato no había sido bueno y ellos se tomaron un tiempo. Aunque los pocos argumentos que ponían arriba de la mesa de negociación no me convencían, yo intuía que había un trasfondo político que dilataba las cosas. -¿Sos consciente de que ante el primer traspié los dirigentes van a poner en duda tu capacidad para estar al frente del equipo? -Mirá, los inconvenientes en el fútbol siempre están a la orden del día. Acá perdés tres partidos y la gente te empieza a insultar. En una cosa el escribano Vesco siempre dijo la verdad: él nunca echó a ningún técnico, los entrenadores se echan solos. Los resultados te exponen a la problemática de echar a un técnico, en ese sentido soy un privilegiado porque estar dos años y medio trabajando en un medio tan resultadista como el nuestro es un privilegio que muy poco entrenadores se pueden dar. -¿Cómo entrenador rifaste parte del prestigio que habías ganado como jugador del club? -No, al contrario, lo aumenté. Recuerdo que en mi época de jugador todos me decían que algún día iba a ser técnico de Central. Yo tenía esa duda interna de lo que decían mis amigos, sin embargo me resultó más fácil de lo que suponía tomar esa iniciativa. Y si analizamos que en dos años y medio tuve la suerte de dirigir todas las copas internacionales que puede aspirar un entrenador de nuestro país, salí subcampeón, armé una plataforma futbolística que le asegura al club dos años de permanente progreso futbolístico, son muestras de que mi prestigio creció considerablemente. -Está bien, como jugador eras un indiscutido. En cambio como técnico todavía hay quien te discute. -En nuestro país el único técnico que no se discute es el que sale campeón. Del segundo para abajo, todos somos discutibles. -¿Qué creés que te juega más en contra ante los dirigentes: tu forma de ser o el funcionamiento del equipo dentro de la cancha? -Mi forma de ser, soy una persona muy poca comunicativa, casi antisociable. El hecho de tener firme mis convicciones provoca roces con los dirigentes, la gente y los periodistas. Estar seguro de lo que hago tiene sus riesgos, pero también sus beneficios. -¿Existe un estilo Bauza en Rosario Central? -Sí, seguro. Cada técnico que pasó por la institución dejó cosas buenas y malas. Cada entrenador deja en su equipo el sello de su personalidad, de su forma de vivir. Al fin de cuentas el discurso es el mismo, mi equipo juega como pienso. -¿Pensás que el hincha te reconocerá recién cuando estés dirigiendo en otro lugar? -Puede ser, es probable que cuando no esté más en Central el hincha reconozca más mis aciertos que mis errores. Pero esto siempre fue así, la historia no la escribe uno. -Ya pagaste el derecho de piso. -Sí, el primer año fue muy duro para mí. Sobre todo para manejar los tiempos y calmar la ansiedad a la hora de solucionar un problema. Hoy ante las mismas circunstancias resuelvo con más tranquilidad. -¿Cuál fue el error más grave que cometiste en estos dos años y medio de gestión? -El no haber salido a la cancha en la final de la Conmebol ante Santos. Hoy en ese partido hubiera pasado otra cosa, hacía seis meses que era técnico de Central y me jugó una mala pasada la inexperiencia. Estoy seguro de que hoy esa final la ganaría. -¿Qué no le perdonarías a un jugador de tu equipo? -Que traicione su forma de jugar o las conductas que hacen a la convivencia de un grupo. Cuando hablo de traición parecería que lo condeno, y nos es así. Simplemente digo que un jugador que traiciona la armonía del grupo en mi equipo no puede jugar. El jugador es una persona que comete muchos errores, sobre todo cuando recién empieza, entonces hay que tener cuidado a la hora de tomar medidas. No soy partidario de sancionarlo duramente, todos tenemos derecho a equivocarnos y es mucho más importante corregirlo para que no vuelva a cometer el error que condenarlo para siempre. -En estos dos años y medio, ¿creés que hubo jugadores que te hayan traicionado? -No, para nada. Si hay algo que tuvimos en estos dos años y medio de convivencia con estos muchachos es un diálogo muy abierto.
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