Año CXXXIV
 Nº 48.963
Rosario,
sábado  09 de
diciembre de 2000
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Es vital aceptar con elegancia la derrota

Washington. - Reconocer las derrotas con elegancia es un arte, saber ceder cuando uno por dentro se siente lastimado, frustrado, quizá hasta amargado. Quienquiera que acepte la derrota en una elección presidencial, su discurso ayudará no sólo a resolver las divisiones del país, sino a determinar su futuro político. Horas antes del crucial fallo de la corte, Al Gore parecía estar ensayando las palabras para un eventual reconocimiento de su derrota pese a que la lucha por la presidencia sigue sin resolverse. Si George Bush presta juramento como presidente también será mi presidente. Será el presidente de EEUU, declaró Gore.

Salidas políticas
La historia nos ofrece numerosos ejemplos -para bien o para mal- de salidas políticas.
Richard Nixon, quien perdió ante John F. Kennedy por apenas 119.000 de 68 millones de votos en 1960, sopesó la posibilidad de exigir un recuento, pero en cambio ofreció una emotiva y elegante aceptación de la derrota, mientras su esposa sollozaba y sus partidarios clamaban: No te rindas. Pero dos años después, luego de perder la gubernatura de California, pronunció una molesta despedida que se recordará por siempre. Ya no tendrán a Dick Nixon para seguir pateándolo, indicó.
La gobernadora demócrata Ann Richards olvidó sus ofensas contra el propio Bush cuando se supo derrotada en 1994 en las elecciones de Texas, para decir que se merece nuestra ayuda.
El padre y el hermano de Bush tuvieron que aceptar derrotas, y lo hicieron con gracia. El ex presidente George Bush dijo a los estadounidenses tras la victoria de Bill Clinton en 1992, apoyaremos al nuevo presidente y le deseamos bienestar.
Por su parte, Jeb, luego de perder los comicios por la Florida en 1994, preparó su retorno exitoso al señalar que no hay nada que les pueda decir ahora que no suene a amargura.
Nelson Polsby, profesor de ciencias políticas en la Universidad de California en Berkeley, dijo que si Gore pierde tras haber ganado el voto popular, debe hablar de la importancia de la democracia y recordar sutilmente a los ciudadanos ese resultado, pero si dice abiertamente «no olviden que yo gané la mayoría», parecerá que es un llorón, aunque sea cierto, indicó William Benoit, profesor de comunicación en la Universidad de Missouri.


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