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 miércoles, 01 de agosto de 2007  
Discotecas móviles en vez de armas

Belfast. — Nadie huyó cuando los tanques entraron en la madrugada en Belfast. Por los tragaluces no se divisaba a ningún soldado, ya que en su interior sólo había animadores. Estos vehículos denominados “humber pigs”, tan temidos antaño, no llevaban armas, sino equipos de música. La que fue metrópolis del terror norirlandés se convirtió en capital de la fiesta. Y no era para menos tras el retiro de las tropas británicas. “Antes ni siquiera lo habríamos soñado”, dijo el joven empresario Fearghal O´Connor, que compró los tanques y camiones de ejército para convertirlos en minidiscotecas móviles.

Más de 3.500 personas perdieron la vida como consecuencia del terrorismo en Irlanda del Norte desde que, en 1969, el largo conflicto entre católicos y protestantes pasó a las barricadas en Londonderry. La policía se vio desbordada entre los atentados de los extremistas católicos del IRA y de los grupos terroristas protestantes, por lo que el gobierno británico ordenó un operativo militar.

Temporal.
La “operation Banner” (operación Bandera) estaba pensada para un breve espacio de tiempo, pero se convirtió en la más larga de la historia de las fuerzas armadas británicas. En total, más de 300.000 soldados trataron de mantener el orden y la seguridad a lo largo de casi cuatro decenios. De ellos, 763 murieron en ataques directos, la mayoría perpetrados por el IRA. El conflicto norirlandés se cobró la vida de casi el triple de soldados que los fallecidos durante la Guerra de las Malvinas, en 1982, y más del triple que los muertos hasta ahora sumando las misiones de Irak y Afganistán. Pese a la larga duración del conflicto, la fase más sangrienta de los enfrentamientos se remonta sólo diez años atrás. En 1998, los esfuerzos políticos por lograr la paz en la región comenzaban a dar sus frutos.

El Acuerdo de Viernes Santo, en el que participaron las partes en conflicto y los gobiernos de la República de Irlanda y Reino Unido, permitió un respiro a los 1,7 millón de habitantes de la conflictiva provincia británica. Los grupos extremistas tomaron finalmente la decisión de que sólo la administración de la zona como una provincia británica, con una amplia autonomía, podría garantizar la seguridad y el bienestar de sus habitantes. Sin embargo, tuvo que pasar mucho tiempo hasta que los grupos terroristas se disolvieron y en mayo formaron un gobierno de unidad entre los católicos del Sinn Fein y los protestantes del Partido Unionista Democrático (DUP).

Los mensajes bélicos de los grafitis que llenan los muros de los barrios católicos y protestantes de Belfast tan sólo atraen hoy a cientos de turistas con cámaras digitales.
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