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 domingo, 15 de julio de 2007  
Desastre en el camino
Las rutas santafesinas ya se cobraron 232 vidas en el año
La temática sobre los accidentes se complejiza aún más en sociedades como la argentina

Silvia Carafa / La Capital

En lo que va del año, 232 personas no regresaron a sus casas, a pesar de tenerlo previsto, porque perdieron la vida en las rutas santafesinas. Ni azar, ni destino, sólo la estupidez de pensar que un auto es un espacio de poder que hay que imponer a cualquier precio por sobre los demás. “La sociedad es agresiva y no hay razones para pensar que el tránsito sea diferente”, señaló el director del Programa Provincial de Seguridad Vial, Osvaldo Aymo.

   Ayer, en el marco de una campaña sobre cómo conducir en la niebla que se realizó en la esquina de Córdoba y San Martín (ver aparte), Aymo fue categórico: “Si el problema de los accidentes es complejo en cualquier lado, imaginemos qué dimensión tiene en una sociedad compleja como la Argentina”. Ya con los andariveles marcados para el análisis, el profesional aseguró que “las dosis nativas de individualismo, agresividad y poco respeto por el otro, están presentes en el tránsito”.

   A tres días del múltiple accidente sobre la autopista Rosario-Buenos Aires, con un saldo de muerte y heridos, Aymo dejó sentado que para enfrentar la cascada de accidentes que hay en el país, hay un tríptico ineludibe: educación, control y represión. ¿Cómo evitar que esta última instancia erice la piel de los argentinos que se asumen transgresores como viveza vernácula? “El hecho de que nos gusten los controles que se les hacen a los demás y no a nosotros, forma parte de la complejidad del problema”, explicó el profesional.

   Para él, la trama que lleva a encontrar la muerte por negligencia es fácil de entender si se la piensa como una relación entre tres variables. La demanda (el tránsito), que el conductor debe responder con su desempeño (pericia), manteniendo un margen de seguridad (distancia). “Si esta distancia no se mantiene, se producen los accidentes”, explicó. E ilustró el tema con el trágico ejemplo de la niebla del jueves pasado.



Suma atención. “El factor niebla es una demanda terrible para el conductor, que tiene que responder aumentando tremendamente su desempeño, bajando la velocidad, encendiendo las luces, manteniendo distancia entre los vehículos y estando muy atento”, explicó. Pero si el conductor no registra esa demanda como una alerta roja y sigue a cien kilómetros con una actitud desaprensiva, provoca un accidente.



Ni azar ni destino. Aymo, que es un conocido referente en accidentología, descree del azar, la casualidad y el destino como causas de los siniestros que destruyen cuerpos y vidas en asfaltos y caminos desconocidos o transitados. “Si uno conduce bajo los efectos del alcohol o psicotrópicos y tiene un accidente, ¿cuál es la casualidad?”, interrogó el médico. Y propuso unir la palabra accidente a otros vocablos más explícitos: negligencia, impericia e imprudencia.

   En ese escenario caben otras dos reflexiones, sugirió. “El auto como símbolo y la velocidad como valor a la hora de vender un vehículo. Se compran unidades que van a más de 200 kilómetros y que en lugar de autódromos circularán en zonas urbanas”, enfatizó y citó a un investigador francés en una consideración de trazo tan grueso como realista: el automóvil vino a reemplazar a las bacterias y virus como causas de muerte.

   Además, rescató la mirada del pediatra Florencio Scardó, cuando le pidieron una semblanza sobre el tránsito en la Argentina. “Es una genial adaptación al imprevisto, nadie sabe qué hará el otro, pero como al otro también le pasa lo mismo, ambos están libres y presos en la misma incertidumbre”. Incertidumbres que en el país continúan cobrándose vidas todos los días.
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En Córdoba y San Martín se lanzó el segundo tramo de la campaña “Con niebla no ves y no te ven”.

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