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 miércoles, 20 de junio de 2007  
Otra denuncia de estafa contra la mujer que había fingido su muerte
Un agenciero asegura que se quedó con un auto tras una maniobra por la que perdió 19 mil pesos. El entorno de la deudora publicó su aviso fúnebre y otro acreedor ya detectó que era una maniobra

El anuncio de la muerte de una mujer que, todo lo indica, intentó esquivar a sus deudores publicando un aviso fúnebre volvió a causar conmoción. El temor, nada espectral y bien mundano, lo sufre ahora el propietario de una agencia de automotores de la zona norte. Quien asegura que este fantasma aparece como el dueño de un auto que él transfirió hace dos años tras recibir una decena de cheques sin fondos. Maniobra que está denunciada judicialmente como estafa y que para el comerciante representó por entonces una pérdida de 19 mil pesos.

La partida de esta mujer del mundo de los vivos ya había causado un colapso a otro acreedor, vendedor de insumos industriales, que hace tiempo le reclamaba 23 mil pesos por negocios financieros incumplidos. Este comerciante creyó ver escurrirse su dinero al leer, el jueves pasado, un obituario en La Capital que despedía a Marisa Muro. Pero enseguida supo que la mujer incurrió en un hábito poco usual en un difunto: ese mismo día y al siguiente llevó a sus hijos a la Escuela Integral de Fisherton.

Muy viva.
El domingo, al leer esa historia en este diario y ver el aviso fúnebre de Muro, Omar Velázquez saltó de la sorpresa. Es el propietario de la agencia de automotores Norte SRL de Rondeau 4177 donde, según denuncia judicial, el entorno de Marisa Muro se apoderó de un auto con una artimaña que figura en la causa 56/06, a cargo del juez de Instrucción Nº 11, Hernán Postma.

Velázquez denunció que en noviembre de 2005 un hombre llamado Carlos María Zapata —muy próximo a Marisa Muro— se presentó en su negocio a comprar un Fiat Palio rojo, de tres puertas, patente CPH-608 . “Cerramos trato rápido. La mitad de la compra sería con la entrega de diez cheques y la otra mitad con un crédito prendario”, dijo Velázquez.

El auto fue inscripto a nombre de Liliana Letto, esposa de Zapata, quien gestionó el préstamo en la mutual Prebaco de Dorrego 202. “Zapata me entregó los cheques. Enseguida de esa mutual me llamaron pidiendome que le transfiriera el vehículo para inscribir la prenda. Hicimos el boleto, la operacion y yo transferí”, recordó el agenciero.

Pero las cosas se complicaron. “Cuando pasé a buscar el dinero por la mutual me dijeron que no cobraría: no habían podido inscribir la prenda porque el comprador estaba inhibido. Pero en una actitud insólita, tal vez involuntaria, la mutual le devolvió la prenda a él”, dice Velázquez.

Zapata se encontró entonces que tenía un auto que no estaba prendado. Así habría levantado la inhibición (era de 400 pesos) y el vehículo, que ya había sido entregado a su esposa, fue transferido dos veces. El agenciero jamás cobró un centavo porque los cheques por el Palio rebotaron por sin fondos. Y su actual propietaria es Marisa Muro.

El vínculo.
¿Cómo prueba el damnificado que Zapata y Letto están conectados con la finada de Fisherton? Es fácil, según dice. “En diciembre de 2006 el Palio, que ya estaba a nombre de Marisa Muro, fue secuestrado por la policía. Pero el que iba manejando era Carlos María Zapata. El auto no tenía problemas porque le fue reintegrado a Muro, que aparecía como propietaria. Hay constancia de todo en el juzgado Correccional Nº 10”, dice el comerciante.

De dos cosas Velázquez parece convencido: lo estafaron y no fue un duende. Por eso adhiere a la idea de que el entorno de esta mujer anunció su tránsito a la eternidad para esquivar las deudas terrenales. Para conseguirlo debió presentar documentos apócrifos de su defunción a una agencia de este diario. Fraude que no le habría costado demasiado, piensan muchos, porque vivió de esto.

“Son una banda de estafadores profesionales. Dejaron un tendal en Granadero Baigorria y se mudaron. Habría que ir a su casa de Wilde 1290 a ver si está”, piensa Velázquez. Si no logran encontrarla podrá hablarse con razón de una nueva gambeta fantasmal.
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Omar Velázquez en su agencia de Rondeau al 4100.

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