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 miércoles, 07 de marzo de 2007  
Apresan a una pareja que huía a Paraguay con u$s 200 mil robados
Viajaban en un remís que habían contratado y tenían por destino la frontera del país

Andrés Abramowski / La Capital

El remisero ya había cobrado los 3.000 dólares ofrecidos para llevarlos hasta Clorinda, en Formosa, pero todavía faltaban 950 kilómetros hasta la frontera. Media hora había pasado de la medianoche del martes y no había mucho tránsito en la autopista Rosario-Buenos Aires. "Buenas noches, documentos por favor", pidieron los policías que cumplían con su control de rutina en el peaje de General Lagos. Pero a pesar de lo que enseña la tele, en la vida real el dinero no todo lo puede: no alcanza con tener 200 mil dólares en el baúl para ser impune, y no todos los obstáculos se pueden salvar con billetes. ¿Habrán sido además, el joven matrimonio paraguayo y el remisero, tan inocentes para creer que todos los canas son coimeros?

"Dijo de todo; primero que era dueño de una fábrica de sillas y al final que era un contrabandista que había cobrado el dinero de una operación. Primero ofreció 50 mil dólares, después 100 mil", recordaban ayer los policías de la Patrulla de Caminos en la sede de la sección. Allí estaban detenidos el frustrado contrabandista, Emerio Buenaventura Fernández Flores, un paraguayo de 25 años radicado desde hace un lustro en Buenos Aires y operario de una fábrica de sillas; su joven esposa de 22, Mirna Graciel Amaro Torales, y el remisero particular -así se definió ante los uniformados- José Norberto Cabral, bonaerense de 50 años.

El personal de la Patrulla de Caminos de la policía rosarina determinó ayer que varias horas antes de terminar presos Emerio y Mirna se habían apropiado de 200 mil dólares que estaban en la casa del contador Roberto Gazzo, donde la joven trabajaba como empleada doméstica, en la localidad bonaerense de Olivos. El dinero estaba escondido en el baño, debajo de un lavatorio, y, según se supo luego, pertenecía al profesional, que ocho meses atrás había vendido acciones de una empresa en Rafaela.

El plan de Mirna y Emerio era abandonar su casa y volverse a Paraguay. Para eso habían contratado por 3.000 dólares los servicios de Cabral, oriundo de Wilde, para que los llevara a Clorinda. Pero todo se desmoronó en uno de esos controles en los que casi siempre detienen al coche que va adelante y uno sigue de largo.


Rutina
La patrulla que anteanoche trabajaba en la estación de peaje de General Lagos detuvo el Peugeot 306 y comparó los guarismos de chasis y motor con la tarjeta verde Estaba todo bien contó ayer el oficial principal Séptimo Gerlo pero había cosas que llamaban la atención Era una parejita joven de nacionalidad paraguaya viajando con un hombre más grande y enseguida empezaron a contradecirse y tirar evasivas a nuestras preguntas Y después de tantos años en esto lo más lógico era seguir con la requisa en el baúl

Allí encontraron, en una mochila, 20 fajos de billetes de dólares por un total de 200 mil. Luego se estableció que las cuatro valijas y bolsos con ropa también eran robados. No sirvieron los argumentos de Emerio, tampoco sus ofrecimientos primero corruptores y luego desesperados, al borde de la súplica. Tampoco sirvió, ya en sede policial, duplicar la oferta.

Ayer el remisero y el matrimonio paraguayo continuaban presos a disposición del juez de Instrucción Nº3, Luis María Caterina. El chofer sería imputado de encubrimiento y los jóvenes por robo y tentativa de cohecho. Al mediodía, el personal de la Patrulla de Caminos esperaba la llegada del dueño del dinero que se había enterado del robo cuando la policía lo llamó para consultarlo al respecto (ver abajo). Debajo del jacuzzi de la casa de su hija los ladrones habían dejado ladrillos y fajos de papel.

Sólo una pregunta quedaba sin contestar: ¿por qué falló el plan? Para algunos será por mala suerte, para otros por la prevención policial, o porque todo está escrito de antemano. Pero sólo una respuesta suena atinada: "El dinero que no corresponde viene mal", dijo sin alardear el policía Gerlo cuando le preguntaron por enésima vez si no le hubiera venido bien aceptar la coima, teniendo en cuenta su sueldo de 1.800 pesos por mes. l
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El oficial principal Gerlo (en el centro) junto a sus compañeros.

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