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 jueves, 01 de marzo de 2007  
Reflexiones
Perón y el campo

Por Miguel A. Chiarpenello

1º) El problema. Estamos asistiendo en el país a una absurda controversia entre el Gobierno nacional y los productores agropecuarios atento a que ciertas disposiciones, como son la intervención en los mercados, la presión impositiva, las injustas retenciones, la prohibición ocasional de ventas al exterior y similares, golpean fuertemente al sector. Las cuatros entidades representativas del campo, formando un frente común, entre diálogos forzados y medidas de fuerza, han presentado a las autoridades distintas alternativas, obteniendo respuestas negativas o parciales al problema básico. Muchas veces, y ésta es una de ellas, la solución se encuentra en la base doctrinaria de los movimientos políticos o sociales, en este caso en el peronismo, algo que debe tener presente este gobierno, que asumió con ese signo.

2º) Algo para recordar. En su primera presidencia el general Juan Domingo Perón quiso que la gente del campo escuchara directamente de él su política para el sector. Todos sus representantes fueron convocados al Teatro Colón de la ciudad de Buenos Aires a una reunión que colmó totalmente sus instalaciones. Concurrieron los directivos de las entidades gremiales de entonces, los propietarios de las grandes empresas, productoras y transformadoras de leche, los empresarios cerealeros, acopiadores, exportadores y todos aquellos que de alguna manera se relacionaban con el agro.

Perón sólo en el escenario, sentado en una silla frente a una mesa, jarra de agua y vaso de por medio, no hizo ninguna introducción y directamente expuso: "En esas charlas de sobremesa mi padre nos entretenía con historias interesantes. Una vez nos contó que en un pueblo había una iglesia que tenía un campanario muy alto y que arriba de todo el campanario había un enorme reloj, y de ese reloj cada vez que daba la hora aparecía una gran figura tallada de madera acompañada de una leyenda que la identificaba. Cuando daban las seis de la mañana y el pueblo se despertaba aparecía la figura del cura y su leyenda decía: "Yo soy vuestro cura, el que cuida de vuestras almas". Cuando daban las diez aparecía la figura del comisario también con su leyenda que decía: "Yo soy vuestro comisario, el que cuida de vuestra seguridad". Cuando daban las doce del mediodía aparecía un señor de guardapolvo que decía: "Yo soy vuestro maestro, el que cuida de vuestra educación". Más tarde aparecía la figura del médico que decía: "Yo soy el que cuida de vuestra salud". También aparecían otras figuras de la comunidad, como podrían ser el comerciante, el profesional, o el fabricante, y ya sobre el final del día antes de que el vecindario se retirara a dormir en el gran reloj aparecía la figura grande de un hombre curtido por el sol y que también traía su cartel que decía: "Yo soy el productor agropecuario, el encargado de mantener y darle de comer a todos los anteriores". Fuertes y prolongados aplausos rubricaron las palabras del presidente Perón, quien demostró de esta forma su respeto y valoración por la gente del campo y aunque en la instrumentación de su política agropecuaria de entonces tuvo aciertos y errores, lo expuesto en el Teatro Colón mantuvo su total vigencia. Y la sigue teniendo todavía.

3º) Algo para reflexionar. En un mundo que tiene cada vez más necesidades de alimentos todos los países defienden y estimulan su producción agropecuaria, tanto los menos extensos de territorios (Europa) como los más extensos (Estados Unidos, Canadá, Nueva Zelanda y Australia). También tomaron ese rumbo nuestros vecinos Brasil, Paraguay y Uruguay. Nuestro país parece ir a contramano de la realidad, especialmente con productores como los nuestros que no cesan de reinvertir sus utilidades adecuándose a la moderna tecnología en semillas, labores, maquinarias y otros implementos y métodos, logrando permanentes récords de producción. Gente que solo pide respeto, aspirando a una convivencia justa, respetuosa, donde el gobierno y la intermediación, sin aportar riesgos, no se lleven la mayor parte del fruto de sus esfuerzos.

El campo ha sido siempre la columna vertebral del desarrollo nacional. El progreso del país requiere que lo siga siendo en concordancias con los otros factores de la producción, dado que es imposible lograr el bienestar general sin el campo y menos aún contra el campo.


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