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 domingo, 25 de febrero de 2007  
Los pagos de Martín Fierro
Los establecimientos rurales bonaerenses conjugan historia, tradición, confort y buena gastronomía

Vilma Lilia Osella

“En la década del 50, mi abuelo, Silvano Rojos, compró estas tierras y fue pionero en las fiestas gauchas del campo bonaerense”, se entusiasma Rodrigo Lisiardi, quien con su padre Carlos y su hermana Julieta, licenciada en administración hotelera, conforman una empresa que emplea a 16 personas en gastronomía, cuatro administrativos, tres secretarias y seis personas de seguridad, y Jessica, la esposa de Rodrigo que controla el economato. Todos, con una filosofía de cercanía, atienden la Estancia Don Silvano, establecimiento decorado con un criterio ecléctico, ubicado sobre la ruta 8 a 87 kilómetros de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Desde una amplia y blanca sonrisa y una atenta mirada celeste, que no esconde sus ancestros piamonteses, napolitanos e irlandeses, y no se pierde detalle del funcionamiento del entorno, el joven empresario explica los avances de esta estancia, ubicada en pagos de Exaltación de la Cruz, más precisamente en Capilla del Señor y con más precisión aún, cerca de la Estancia de José Hernández: arbolado predio adquirido por el autor del Martín Fierro y donde escribiera la segunda parte de su mundialmente conocido libro gauchesco. (Dicen los que saben que se quedaba 15 días escribiendo, tomaba una volanta para ir al pueblo a buscar provisiones, enviar correo, distraerse y luego volvía a la soledad de su creación.)

“Mi padre, heredó de mi abuelo, sobrino nieto del almirante Irizar, la fascinación por el campo. Y mejoró el viejo proyecto que arrancó en la década del 50: arregló la caballeriza para alojar a quien deseaba pernoctar, conformando cuartos con baño y construyó el picadero con techo de paja para un mejor manejo de los animales. También edificó el comedor que ahora se amplió, y tiene capacidad para atender a 600 personas”, continúa Lisiardi.


Mates mañaneros
El bucólico lugar recibe a los visitantes en una matera de adobe (lugar donde la peonada tomaba sus mates mañaneros) con empanadas, vino, gaseosas y jugos. Y luego... ¡ a disfrutar! “El programa está pensado para que cada 20 minutos la gente haga algo diferente”, sigue explicando. Así, al lado del picadero, se comienza por ordeñar algunas vacas y ensillar caballos; luego se pasea libremente observando los tractores y máquinas sembradoras de antaño apostados en los alrededores; el almacén de Ramos Generales asentado en un vagón, con toda clase de abalorios, mates, ponchos, carteras, bolsos, bombillas y un sinfín de adornos que no superan los precios de la calle Florida.

La panadería, donde también se compran chacinados y dulces; la remozada caballeriza devenida en hotel; el museo gauchesco donde hay herramientas y objetos antiguos tanto de uso rural como del quehacer doméstico del gaucho: carruajes, maquinarias y herramientas de campo completan los atractivos para ver.

Y el casco, de corte victoriano, con una sala de estar con aire francés, cuadros valiosos, un espejo (de los que se usaban para que se miren los caballos de carrera), candelabros, un bar con mesas que son ventanas con pies de máquinas de coser, y sillas y sillones de estilo tudor, español, colonial o provenzal, una desgranadora como mesa de apoyo, una fonola, por contar algunos detalles.

Hay lugar para 80 personas en 23 habitaciones cómodas. Los cuartos, de ventanas amplias, ofrecen el horizonte como especial paisaje y las 20 hectáreas sembradas, las otras tantas con más de 50 caballos y 1.200 vacas que disfrutan su querencia; la huerta, el gallinero, el corral de los cerdos, los faisanes que muestran su señorío; el bosque de acacias, o el perfil de un pequeño lago, afluente del Luján.

A caballo, en sulky. carruajes o tractor, se puede pasear por todos lados con un sentido total de libertad, en estas 300 hectáreas. O disfrutar de la pileta mientras se otean los ombúes, casuarinas, sauces, eucaliptos y paraísos. Las piletas son dos: una sólo de uso del pernoctante; la otra para todos.

A esta altura del paseo, el pasajero ya se siente “en su casa” y almorzará con fresca verdura de la huerta y chorizos, morcillas, asado, vacío y pollo de primera calidad, y saboreará helados mientras disfruta de un colorido y didáctico show folklórico que incluye cantos y bailes.

Por la tarde se puede disfrutar de las destrezas criollas como carreras cuadreras, sortijas, manseambre (pasos circenses de un búfalo y una yegua), toma de riendas, slalom de caballos, movimiento de tropilla y boleada del ñandú, entre otras. En el almacén de Ramos Generales, tomarán mate cocido con tortas fritas y volverán a los hoteles o sus casas, divisando en las cercanías a Capilla del Señor, donde el alma de Martín Fierro se mece, dicen, cuando el pampero sopla en este pago bonaerense intrépido y tranquilo. Informes en www.donsilvano.com; oal 011-45821832.
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La vieja caballeriza fue acondicionada como un verdadero hotel.

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