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 domingo, 25 de febrero de 2007  
Familia: ¿la historia siempre se repite?

Circula fuertemente la idea de que la historia se repite, y que si una mujer ha sufrido maltratos en su infancia (abusos sexuales, violencia tanto física como psicológica, descalificación, difamación, segregación, dobles mensajes enloquecedores) , hará sufrir a sus hijos los mismos padecimientos que ella atravesó en esos años de su vida (que pueden abarcar incluso no sólo su infancia sino gran parte de su vida). Todos estos prejuicios son producto de creencias y dogmas que alguna vez se elucubraron y que vienen repetiéndose sin el menor espíritu crítico (como sucede con los prejuicios transmitidos generación tras generación).

En todas las épocas han existido recetas a seguir puntillosamente y sin equivocaciones, ya sean dictadas por el o las especialistas de turno, o por una gran cantidad de prospectos, libros, revistas especializadas para lograr ser un gran padre o una gran madre.


Oportunidad para cambiar
La maternidad queda descripta como una ciencia exacta, y con un nivel de exigencia tal que un mínimo desvío del libreto repercute de muy mala manera impactando fuertemente en la autoestima de la persona en cuestión (siempre dependiendo de la subjetividad y sensibilidad de la misma), produciendo toda clase de síntomas sociales, psicológicos o somáticos, en definitiva un derrumbe, una crisis. Claro que de la misma podemos caer crónicamente en un mal-vivir o salir fortalecidos, a partir de poder ver una oportunidad para realizar cambios que enriquezcan y fortifiquen.

La cuestión pasa por otro lado: toda relación es a construir y lo importante es tener en claro hacia dónde ir, y si no se lo tiene en claro (dos ciegos pueden terminar hundidos en un pozo y muy golpeados) se puede pedir auxilio, psicoterapeútico u otro. Luego sí , volver a esos libros de autoayuda y no al revés como ingenuamente suelen creer quienes los consumen, con expectativas de un cambio a partir de la simple lectura de indicaciones acerca de “cómo ser una buena madre”, “cómo ganar amigos”, o “cómo lograr la autodependencia”.

Según investigaciones prestigiosas que consisten en observar a grupos de embarazadas durante toda la gestación y algún tiempo después del parto, las madres no son esclavas de su pasado, aun el más terrible. En más de una ocasión, el pasado sirve de referencia para no repetir los errores padecidos. Lo que sí es cierto es que no resultará indiferente. Para bien o para mal, todas superan las marcas (si están motivadas para superarlas y si cuentan con la suficiente fortaleza emocional) del hogar de origen y sin los iluminados consejos de los especialistas (que pueden ser bienintencionados y adecuados). Pero solos, sin reflexión, no son suficientes para lograr finalmente establecer una relación lo más viable posible para un bienestar compartido, para sí mismo y para los demás. Si la repetición obligada fuera cierta, alcanzarían la relación de mutuo acuerdo y cariño con sus hijos aquellas madres que hubiesen recibido aquella gracia de los suyos (padres, tutores) durante su infancia, y no siempre es así. Con lo cual, según esta creencia pesimista, la que recibió trato frío tratará friamente, la hostil hostilmente, la sobreprotectora sobreprotectoramente y todo así literalmente como clones que no evolucionan o pueden realizar cambios sobre la base existente (genética y ambiental).

Mujeres que han pasado una infancia envuelta entre algodones y tratadas con un exceso de cuidado por madres siempre angustiadas, al llegar su turno, supieron criar a sus hijos con naturalidad y les concedieron el margen de autonomía conveniente en cada momento. A veces ante la dificultad de entenderse después de peleas interminables y desgastantes recurren a consultas, capacitaciones o talleres grupales, entre las tantas ofertas existentes, con la finalidad de llegar a buen puerto en estas relaciones. No importa quién haga punta en esto, lo que importa es que ese movimiento impacta en todo el sistema familiar.

Todos los indicios apuntan que la díada madre hijo está mucho más controlada por los sentimientos e instintos (léase genética) que por teorías y saberes aprendidos en los medios de comunicación o libros. Muchas veces esto ocurre espontáneamente, podría decirse que de forma primitiva animal (somos seres vivos racio-emocionales), y sin la ayuda de un manual al lado que vaya indicando exactamente los pasos a seguir en cada momento y para cada situación.

Alejandro D. Litmanovich

Psicólogo

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