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 viernes, 22 de diciembre de 2006  
Condenaron a tres hombres por el robo a un banco de Zavalla
Los apresaron el mismo día del hecho, tras una extensa persecución y balacera. El botín nunca fue hallado

María Laura Cicerchia / La Capital

Los 3.868 pesos que al menos tres maleantes se llevaron del banco Bisel de Zavalla dos años atrás nunca aparecieron. Tras un intenso tiroteo por la ruta, los ladrones fueron detenidos cuando buscaban refugio en un cañaveral. Entonces aparecieron varias chequeras y algunas armas, pero no el dinero. A pesar de eso, los tres apresados fueron condenados a penas de entre 3 y 6 años de prisión bajo acusación de haber intentado un robo que no llegó a consumarse. Es que apenas abandonaron el banco asaltado, un policía empezó a perseguirlos y jamás los perdió de vista. Lo que, para la ley, indica que nunca pudieron hacer uso del bien robado y que por lo tanto el asalto quedó en un intento.

La sentencia del juez Julio Kesuani alcanzó a tres hombres que ya cargaban con condenas sobre sus espaldas: Ariel Alberto Galli, de 30 años; Ariel Alejandro Elías, de 29; y Miguel Angel Almada, de 43. Acusado de intento de robo calificado, resistencia calificada a la autoridad y abuso de armas, Galli es quien se llevó la sanción más leve con una pena de 3 años de prisión. Elías fue declarado reincidente por segunda vez y le impusieron 5 años y 6 meses por los mismos delitos. Mientras que a Almada, tres veces reincidente, le correspondió la peor parte: 6 años de prisión por el frustrado robo al banco de Zavalla.

La banda irrumpió a las 7.35 del 13 de diciembre de 2004 en el Bisel de Dorrego al 2100 de la mencionada localidad. Cinco empleados y unos ocho clientes fueron sorprendidos por al menos dos encapuchados que entraron al grito de "todos al piso que es un asalto". Habían llegado en una Fiat Fiorino roja (robada dos días antes en Rosario) que estacionaron frente al local. Luego se dirigieron al móvil policial estacionado en la misma cuadra, desde donde el sargento Omar Castellano vigilaba el local. Lo encañonaron con dos armas y lo obligaron a acompañarlos al interior del banco.

Una vez allí, uno de los maleantes saltó la línea de cajas y embolsó el escaso efectivo que había: 3.868 pesos. Como comprobó que era poco, solicitó además tarjetas de crédito y chequeras. En segundos, al grito de "tiempo", un cómplice advirtió que el robo expréss había llegado a su fin. La rapidez del golpe, ejecutado en dos minutos y medio, no les garantizó eficacia. Al salir tropezaron con un intrépido empleado comunal que pese a estar desarmado intentó detenerlos. Lo esquivaron, se subieron al utilitario y huyeron tirando clavos miguelitos. Pero tras ellos se lanzó en la pickup policial el sargento Castellanos, quien sin perderlos de vista moduló por radio su recorrido tras los hampones.


Persecución por caminos rurales
No menos de ocho móviles se sumaron a la persecución a tiros por diferentes caminos rurales hasta que los interceptaron en el cruce de las rutas 17 y 14, diez kilómetros antes de llegar a Coronel Arnold, en un puente sobre el Arroyo Saladillo. Allí los maleantes bajaron del puente para emboscar a los policías. Perforaron tres móviles en la balacera, pero los apresaron mojados y embarrados hasta la cintura, en un bosquecito.

Tenían el arma 9 milímetros que le habían sacado al custodio del banco y una M95 Classic robada diez días antes a otro vigilador en un asalto al banco Bisel de Fuentes. También les secuestraron algunas chequeras. Ellos contaron que habían estado allí cazando ranas, pero nadie les creyó. Nunca se precisó cuántos fueron los maleantes, pero la policía estimó que al menos dos habían escapado.

Sus abogados, Adrián Ruiz y José Ferrara, negaron que los imputados hayan participado en el delito. Aunque ante la posibilidad de que fueran condenados, hicieron énfasis en la extraña desaparición del dinero. Como no se comprobó que haya existido un cómplice que escapara con la plata, concluyeron que de todos modos los imputados no habrían podido hacer uso del efectivo. Y pidieron que se encuadrara el caso como un robo que no llegó a consumarse.

Al término del juicio, Kesuani consideró que los detenidos no llegaron a ejercer poder sobre el dinero porque fueron atrapados tras una persecución ininterrumpida, en la cual los policías los tuvieron siempre a la vista. El juez evaluó que la vigilancia policial sobre los acusados "fue continua, sin poder afirmarse que alcanzaran a obtener poder de disposición sobre las cosas robadas", un requisito que impone la ley para que el delito de robo se considere consumado.
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El golpe al Bisel de Zavalla ocurrió el 13 de diciembre de 2004.

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