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 domingo, 19 de noviembre de 2006  
Mujeres alteradas

Florencia O'Keeffe / La Capital

Qué paradoja... cada lugar que la mujer ganó fue a costa de perder espacios propios. Así las cosas, las representantes del género femenino del siglo XXI viven agotadas, haciendo malabares para que ese agotamiento no se note, buscando soluciones mágicas o medicinales para tener aún más energías y poder cumplir con todo. Lamentablemente, lo que no hacen es preguntarse seriamente qué deberían modificar para recuperar el placer en las actividades cotidianas, para encontrar momentos de esparcimiento y ocio, para volver a desear... Este es el diagnóstico al que llegaron tres psicólogas rosarinas que, viendo estos cuadros en forma repetida y creciente, decidieron hacer talleres para ayudar a las "mujeres alteradas y agotadas". Lejos de pensar que todo está perdido, las profesionales aseguran que cambiar esta realidad que aparece como inamovible es posible. Que a partir de cuestionar lo que aparece como normal cuando no lo es, de reclamar en vez de quejarse, de valorar la importancia de tener lugares propios, se puede vivir mucho mejor.

Las psicólogas María Alejandra Luvatti, Mariela Apud y Gabriela Bianchi, ofrecen desde hace varios años espacios de encuentro para mujeres que necesitan hablar de lo que les pasa, ser escuchadas y guiadas para revertir su agotamiento. "Empezamos a ver cada vez más mujeres con síntomas y signos de malestar que lejos de cuestionarse por qué y cómo llegaron a esa situación, redoblaban los esfuerzos para seguir sosteniendo un montón de situaciones agobiantes", explican.

"Se repetían los relatos que referían a que ni siquiera podían registrar cuando se enfermaban ... que recurrían a las vitaminas, al Reiki, que se levantaban una hora antes para ir a yoga, o que echaban mano a lo que pudieran para seguir de pie, aguantando, a cualquier precio", describe Luvatti. "Escuchamos decir: el médico me recomendó reposo pero, ¿viste? yo no puedo...estaba con 39 º de temperatura, me acosté un rato, pero después vi el desorden que había y me levanté, barrí, acomodé ...", agrega Bianchi.

Las psicólogas advirtieron que en los últimos años había muchas mujeres con fobias, estrés, depresión, que aseguraban que no podían parar de llorar, que estaban todo el día como zombies, que se enfermaban seguido, que tenían bajas las defensas. "Detrás de estos cuadros encontramos un posicionamiento común: un grado de exigencia enorme y la sensación de que estar reventadas es normal, que llegar a las 7 de la tarde sin ganas de nada es normal, que suspender el turno al ginecólogo por tercera vez para llevar al nene a natación o al cumpleaños de un amiguito es normal", describe Apud.

Lo cierto es que la mujer no parece cuestionarse cómo modificar esto sino que busca alternativas para aumentar la resistencia. Y en el caso de que deje de hacer cosas, señalan las psicólogas, aparece el sentimiento de culpa, "que también agota".

Bianchi destaca que llegar a este extremo no es algo que sucede de un día para el otro. El tolerar situaciones humanamente insoportables es parte de un proceso, cultural, pero también personal. "Se van suspendiendo cosas propias para cumplir con el universo que nos rodea. En algún momento, la mujer aparece como totalmente corrida de lugar, donde todo lo propio es ajeno", dice Bianchi.


¿Y el deseo? Bien, gracias...
Y en ese perder cosas propias, también va la sexualidad. Las psicólogas destacan que es común encontrarse con mujeres que perdieron el deseo sexual, que viven los encuentros íntimos con su pareja como una tarea más a cumplir, alejada de toda satisfacción. "El sexo aparece como otro trabajo; como otra obligación... y lo que la mujer registra no es su falta de satisfacción, sino el reclamo masculino, eso siempre se registra; y en todo caso, viven esta falta de deseo como algo que se extraña, que se añora, que sólo lo poseen las actrices de las telenovelas ... ", relata Luvatti.

"Es que la energía es una sola, y no hay resto para todo. La falta de deseo sexual no puede leerse descontextualizada de todo lo otro", manifiesta Apud. Además, destacan que en este aspecto hay cuestiones muy propias de lo femenino que se diferencian de lo masculino. "En el plano sexual, la mujer necesita como una cosa previa, un ambiente determinado, tiempo para los mimos y los arrumacos. Es muy difícil terminar de lavar los platos, con el pelo sucio y las manos agrietadas después de haberse levantado a las 6 y correr todo el día y tener resto para meterse en la cama, sacar el portaligas y hacer el amor...", ejemplifica Bianchi. "No hay que olvidar que la sexualidad es algo propio y lo propio, en este marco que venimos analizando, se vuelve ajeno...", señalan.

La falta de interés por el sexo no sólo tiene que ver con el agotamiento sino con que este modo de vivir, agitado, corta lazos vinculares. Así, se van dejando de lado los encuentros con las amigas, con la familia, y también con el marido o la pareja.


¿Qué hacemos?
Es muy raro sentirse por fuera de estos ejemplos, dicen las psicólogas. Y explican que cuando escuchan este tipo de relatos, la mayoría de las mujeres se siente identificada pero tienen poco tiempo para bajar un cambio e implicarse. "Suele quedar en la palabra, en esto de a mí también me pasa... y nada más", destacan.

"Planteamos los encuentros en forma de taller para darle a esta problemática un lugar. Para empezar a hablar de esto, pero también para que las mujeres empiecen a pensar que el agotamiento no es normal, que tampoco es normal que tengamos que enfermarnos para pedir ayuda o para que el resto de la familia nos registre...", dice Luvatti.

En los talleres se plantea la problemática desde lo grupal con la idea de observar que el agotamiento -que es distinto al cansancio- no es una cuestión personal, ni una imposibilidad propia. "Si la mujer piensa que esto le pasa sólo a ella, lo vive como una falla, como que no está a la altura de las circunstancias, entonces hace lo imposible por ocultarlo, por pilotear la situación", mencionan las especialistas.

La salida, el camino que finalmente conducirá hacia una vida mejor, es una tarea que deberá encarar cada mujer y que tendrá que ver con su historia y las circunstancias que está atravesando. No hay una única receta, pero es bueno saber que hay mandatos sociales y culturales que las mujeres deben cuestionar para encontrarse con esos espacios que le den satisfacción, placer, alegría, que la reconecten con el deseo, con las ganas de vivir, con la sensación de ser mujer.


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