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 domingo, 19 de noviembre de 2006  
Breve historia de las vidas que la tormenta se llevó
Fueron cinco las personas que murieron en situaciones relacionadas con el temporal del miércoles pasado

Los diez minutos de granizo fueron impiadosos y dejaron vidrios rotos, autos destrozados, casas inhabitables y a la ciudad ante un paisaje inusual del que todavía no logra recuperarse. Pero por sobre las millonarias pérdidas materiales se encuentran las historias de las cinco personas que murieron por accidentes relacionados, directa o indirectamente, con el temporal. La Capital recorrió los lugares dónde ocurrieron esos hechos para recuperar esas historias.

Dora Cabral, de 87 años y oriunda de la ciudad de Santa Fe, murió en el Hospital de Emergencias Clemente Alvarez (Heca) poco después de que la tormenta se despejara. Se encontraba en Rosario de visita en la casa de una sobrina y fue atropellada en la esquina de Buenos Aires y La Paz, en plena tormenta, por un vehículo cuyo conductor intentó huir de las piedras acelerando abruptamente sin percatarse -quizá por la poca visibilidad- de que la anciana estaba cruzando la calle.

Roberto Mangiaterra, de 70 años, aparentemente murió por el impacto emocional que le provocó ver cómo el vendaval le estaba destruyendo su casa en el centro de Granadero Baigorria. El hombre miró los vidrios destrozados de su vivienda y -según dijeron los médicos- sufrió una muerte súbita mientras el temporal aún arreciaba.

Las otras tres víctimas sufrieron diferentes accidentes relacionados con el meteoro pero 24 horas más tarde. En dos casos las condiciones precarias -o mal realizadas- de las conexiones eléctricas les jugaron una mala pasada que les costó la vida.

Maximiliano Mosquera, un pibe de 14 años, murió electrocutado en el patio de su casa de Pasco al 4700, donde todavía su familia no encuentra una explicación a la muerte del chico.

Néstor Alderete, un colectivero de 41 años, recibió una descarga eléctrica cuando se encontraba trepado a una columna intentando reconectar unos cables cortados. El golpe eléctrico le hizo perder el equilibrio. Murió como consecuencia de la caída.


Trágico reconocimiento
Carlos Arderius también falleció al caer del altura. El hombre, de 65 años, se había subido al techo de las cocheras que tenía en la esquina de su casa, en la zona oeste de la ciudad, para observar la cantidad de chapas rotas por la violenta pedrada y calcular cuántas debía comprar para reponer. Algo hizo que se desplomara desde el techo. También lo mató el golpe contra el suelo.

La Capital recorrió los lugares donde se produjeron los accidentes y habló con algunos de sus familiares para contar al menos parte de sus vidas, las historias de las pérdidas irrecuperables que se produjeron a partir de sólo diez minutos de impiadoso granizo.
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