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 sábado, 18 de noviembre de 2006  
Los jugadores no son lo más sano del fútbol

Mauricio Tallone / Ovación

En un santiamén los principales representantes de los equipos de primera división tuvieron un ataque de solidaridad. Deliberaron durante más de dos horas con la marcada intención de ir a una huelga para este fin de semana porque están preocupados por el momento que atraviesa el fútbol argentino. Al menos eso expuso en público Sergio Marchi, secretario del gremio y el elegido para dar la cara ante los medios. Pero al final el mensaje combativo que llevó adelante, según trascendió, el comandante en jefe Juan Sebastián Verón mutó, en un santiamén, en "el show debe seguir". Ah, para hacer la cosa más creíble convocaron a una asamblea para el lunes para seguir reunidos como en el congreso, seguramente sin resolver nada.

En realidad, ¿qué otra cosa se podía esperar de una de las patas principales por la cual la gran mesa del fútbol argentino está a punto de caerse? ¿Cuándo los futbolistas de elite hicieron causa común por alguna cuestión que no los tocaba directamente? Ni con sus colegas de las categorías menores se mostraron solidarios. De lo contrario, pregúntenle a Carlos Azcurra, el jugador de San Martín de Mendoza que hace unos años fue baleado a quemarropa por un policía. Luego de aquel episodio, no apareció ningún Verón y compañía para parar la pelota. Tampoco se armó semejante circo mediático.

¿Acaso no fueron los jugadores, en este caso los de Gimnasia, los que no se animaron a contarle, bajo juramento, al fiscal Romero que habían sido amenazados por barrabravas?

Si es cierto que el principal móvil de la parodia montada ayer en el Hotel Hilton fue el miedo, los jugadores desaprovecharon una chance para lavar culpas. Porque esta vez la justicia tenía todo servido para tomar a los violentos de las solapas y procesarlos. Pero la causa quedó en la nada, como siempre.

Por eso, muchachos, esta suerte de rebelión pareció tener otra raíz. Que excedió la problemática de la violencia. La convocatoria amontona los indicios de una serruchada de piso para las autoridades gremiales Sergio Marchi y Jorge Domínguez. Tampoco fue casual que el cónclave no se celebrara en la sede de Agremiados.

La salud del fútbol argentino está más comprometida que nunca. Si lo más sano del entorno son los jugadores, según sus propias definiciones, qué les queda a aquellos hinchas que sufren y gozan como una persona normal. Hace rato que los futbolistas no son lo más transparente de esta historia. Son los principales actores que cuando les conviene (casi siempre) esconden la cabeza como el avestruz.
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