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 viernes, 20 de octubre de 2006  
Yo creo
"Una saludable manera de pasar el día"

Rodolfo Bella / Escenario

Ver veinte obras de teatro, durante sólo seis días y a un promedio de tres por jornada, no es fácil de resolver para un espectador. Sin embargo ocurrió. Con espíritu masivo y popular algunas salas tradicionales y otros espacios rescatados del olvido fueron desbordados por un público paciente e interesado en ver qué podían ofrecerles de nuevo algunas compañías europeas y porteñas y de paso revisar o descubrir las rosarinas. La convocatoria del primer Festival Internacional de Teatro Rosario 2006 se tradujo en una cifra redonda: según el dato del Instituto Nacional del Teatro, organizador del encuentro junto a las secretarías de Cultura de la provincia de Santa Fe y de la Municipalidad de Rosario, los espectadores rondaron las 9 mil personas. Uno de los denominadores comunes que tuvo la fiesta es el referido a la inestable franja de edad de los asistentes. Un segmento de señores y señoras con más edad para prender la tele y quedarse a salvo en casa mirando a Tinelli, desafiaron escalones, gradas, distancias y temperaturas movilizados por una saludable curiosidad y un malsano, por lo arriesgado de la actitud, desafío a los obstáculos. El teatro, entonces, llegó a la gente con propuestas que cubrieron un arco estético diverso. Todo fue apreciado, visto y comentado, aún aquello que no era ni divertido ni nada parecido, sino un recuerdo de los peores horrores. Quizás lo mejor fue que todo eso fue protagonizado por un público que también tuvo entre sus filas a personas que, al fin no tenían nada que ver con esa actividad. En las colas era posible escuchar hablar no sólo de la temperatura exacta para una correcta esterilización del material quirúrgico sino también de las nanas de una abuela comentadas con ironía por su nieta adolescente; también a una señora mayor que en voz baja le contaba entusiasmada a su amiga el rumbo de su relación con un conocido del club o a una pareja elegante y de mediana edad, ubicada entre un grupo de rastafaris, comparando las puestas de la noche anterior con lo que habían visto ese día. ¿Qué azar alejado de determinismos y dogmas hace posible algo así cuando con la entrada no se sortean cupones para supermercados ni nadie baila por un sueño?


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