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 jueves, 24 de agosto de 2006  
Niña austriaca estuvo ocho años en una mazmorra y nadie sospechó

Viena.- El paso frente a la casa que se encuentra en la calle Heine 60 estaba cerrado en la mañana de hoy. Los vecinos sacaban a pasear a sus perros, los corredores pasaban junto a las rejas de hierro y lanzaban una rápida mirada a la casa blanca, detrás de cuyos muros Wolfgang Priklopil, de 44 años, mantuvo escondida durante ocho años a su víctima.

¿Cómo pudo ocurrir que aquí nadie se diera cuenta del secuestro? Ni siquiera la madre del secuestrador, que vio a la pequeña Natascha Kampusch durante una visita, pero que creyó las excusas de su hijo.

“Es una tragedia”, se queja una transeúnte de 80 años. “Aquí nadie se ocupa del otro”.

Casi ocho años y medio permaneció Natascha, que cuando fue secuestrada tenía 10 años, aislada detrás de las paredes del garage que Priklopil transformó en una mazmorra. Su prisión se encontraba en un sótano de tres por cuatro metros. No había ventanas en el ambiente de sólo 1,6 metro de altura.

La puerta al exterior la había tomado el técnico de comunicaciones de una caja fuerte. La salida a la libertad tenía sólo 50 por 50 centímetros.

Kampusch, hoy de 18 años, pudo huir porque su secuestrador se olvidó de cerrar la puerta.

Confundida, y posiblemente en estado de pánico, la joven corrió hasta un jardín adyacente y le dijo a la vecina: “Soy Natascha Kampusch. Fui secuestrada”. Entonces estalló en lágrimas, según testigos.

El caso policial posiblemente más espectacular de la historia de Austria después de la Segunda Guerra Mundial tuvo un final feliz y ante todo inesperado.

Pero quedan muchas preguntas: ¿por qué secuestró Priklopil a la pequeña de 10 años? ¿Qué lo llevó a esconder a la niña en una prisión que tenía artefactos que parecían alarmas?

No está claro si el hombre, descripto como “solitario” por sus vecinos, abusó sexualmente de su víctima. Los investigadores no interrogaron al respecto a la joven, a quien le fue robada su adolescencia, porque “primero la quieren proteger”.

Aparentemente Priklopil no era un pederasta del tipo del belga Marc Dutroux. Si bien Natascha Kampusch tenía que dirigirse a su captor como “amo”, le dio a la niña alimento, le llevaba libros y videos, que colocaba ordenadamente sobre un estante al lado de la cama rebatible.

Durante años, Natascha no ve la luz del día. Las paredes estaban aisladas ante el ruido. No tenía sentido gritar. Posiblemente hasta llevaba a hacer alguna compra a la angustiada niña, a la que unió a él a través del aislamiento. Pero esto es sólo una sospecha de la policía.

Según la policía, la joven sufre el Síndrome de Estocolmo, una relación especial con el secuestador que se desarrolla por la desesperanza y el sentir que está en un callejón sin salida.

Psicólogos vieneses opinaron hoy que el trauma de Natascha Kampusch, quien perdió su adolescencia por el largo aislamiento, es curable. Pero la terapia de la joven llevará años, según la terapeuta Eva Muenker-Kramer.

El verdadero motivo que llevó a Priklopil a secuestrar a Natascha Kampusch no se podrá conocer, ya que se suicidó. Al respecto, el psicólogo criminal Rudolf Egg dijo: “Su principal motivo debe haber sido tener a alguien que permanezca con él y no lo abandone. Posiblemente era una persona que estaba muy sola”. (DPA)


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