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 martes, 09 de mayo de 2006  
Crónicas santafesinas. Un paseo por la historia, presente y futuro de las localidades del interior provincial
Fighiera, un pueblo con todo el sabor
Sus excelentes fiambres y salsas marcan la impronta de esta localidad que busca diversificar su producción Sus excelentes fiambres y salsas marcan la impronta de esta localidad que busca diversificar su producción

Osvaldo Flores / La Capital

Fighiera. - Más de una vez, recorriendo góndolas de supermercados en cualquier lugar del país, algún viajero sorprendido habrá descubierto las inigualables salsas de tomate elaboradas en este pueblo de inmigrantes italianos. Y un poco más cerca en la distancia, con el mismo origen, también habrá podido degustar fiambres con el típico sabor a lo casero.

Es que a través de los años, salsas y fiambres de excelente calidad se han convertido en el sello distintivo de Fighiera. Derivadas en pequeñas pero pujantes industrias, estas dos actividades han liderado el cambio de perfil productivo que el pueblo ha forjado en estos últimos tiempos, donde sin embargo la actividad agrícola sigue siendo el principal motor del desarrollo.

Para hablar de este presente y el futuro del pueblo es necesario hurgar en el pasado, 30 o 40 años atrás, cuando la actual ruta 21 era la nacional 9, paso obligado para todo el tránsito hacia Buenos Aires, Córdoba y el norte argentino.

En ese entonces, aunque no hubiesen existido los carteles indicadores, el paso por Fighiera no ofrecía lugar a dudas: numerosos puestos de venta de salsas, fiambres, miel y productos caseros se alineaban coloridamente a todo el largo de la ruta. Se contaban por decenas, como los clientes foráneos que no querían volver sin tan exquisitos recuerdos de viaje.

Después, la autopista Aramburu los condenó a la desaparición, y hoy son sólo dos o tres los puestitos que aún mantienen vigente la tradición. "Hace 37 años que tengo este puesto a la orilla de la ruta, pero ahora no tiene nada que ver con aquellos años. Hay días que no se vende nada", cuenta Fernando Maffei mientras en sus ojos se adivina el recuerdo de épocas florecientes.

"Todavía hay gente que pasa a comprar las cosas que se hacen aquí, sobre todo automovilistas que ya venían en aquellos tiempos, cuando vendíamos cualquier cantidad de cosas", dice con entusiasmada nostalgia mientras acomoda una de las famosas botellas de salsa picante "hecha en Fighiera" que trascendió desde entonces las fronteras pueblerinas.

Con la lógica preponderancia de la actividad agrícola, hoy el pueblo vislumbra el afianzamiento de una diversidad productiva que alienta y da trabajo. Así, dos fábricas de llantas para automotores, un par de frigoríficos, dos cerámicas, una maderera y otra serie de pequeños emprendimientos industriales, lideran ese renacer que emplea a unas 600 personas. Eso sin contar el balneario comunal, un estandarte del miniturismo regional que cada fin de semana convoca a miles de visitantes.

"Hace unos años este pueblo parecía que iba a desaparecer, estaba chato. Afortunadamente hoy está distinto, hay más actividad, es otra cosa", se alegra una vecina mientras escoba en mano lucha sin cuartel contra una montaña de hojas secas que parecen haberse ensañado con su vereda. Quizás sea por eso que Fighiera no padece como otros pueblos del interior la migración de sus habitantes, especialmente de sus jóvenes.

"Cuando terminan el secundario los chicos se van a estudiar a otro lado, pero vuelven", dice Sandra, empleada comunal.

En este pueblo de unos seis mil habitantes fundado el 12 de octubre de 1909 el fútbol es una pasión desde siempre. Y es el Club Central Argentino el que mantiene viva cada domingo la llama de la pasión futbolera, como en otras épocas también lo fue Sportivo Figherense.

Precisamente aquí nació Octavio Trillini, que llegó a la primera de River Plate para jugar en aquella recordada línea que integraban Pérez y Vairo. Hasta no hace mucho, Tato Garfagnoli fue el encargado de defender el orgullo local vistiendo las camisetas de Newell's y Argentino Juniors. De Fighiera también es Juan Martín "Látigo" Coggi, que en 1987 se consagró campeón mundial de boxeo welter juniors.

Entre tanta actividad que por momentos altera el bucólico ritmo pueblerino, hasta los jubilados tienen su trabajo para mostrar. Es que el centro que nuclea a los 800 pasivos también se suma a las obras que hoy se aprecian en las calles.

"Tenemos una sede que es un orgullo, y siempre estamos logrando nuevos adelantos y haciendo cosas por nuestros asociados", se ufanan Duilio Di Donato, Francisco Giordano y Bartolo Lorenzi.

Con todo el tiempo del mundo para charlar, los tres se hacen un espacio para la nostalgia. Así recuerdan "los bailes en el Figherense, cuando llegaban hasta quince colectivos desde Rosario"; o de las milongas en los clubes de campo, donde "en medio de un vals que todo el mundo salía a bailar no se veía nada por la polvareda".

Por toda esta gente, y pese a estar muy cerca de ciudades, Fighiera ha podido mantener su propia identidad y sus tradiciones. Con esa base, el futuro seguramente se presenta promisorio y esperanzador para un pueblo que, todos los días, le pone salsa a la vida.
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Dos fábricas de llantas, un par de frigoríficos, dos cerámicas, una maderera y otros emprendimientos lideran el renacer de la localidad.

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