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 sábado, 22 de abril de 2006  
Aseguran que la ciudad perdió un importante patrimonio
Se llevaron del Correo Central una biblioteca pública completa
"De haber sabido de esta destrucción, hubiese hecho algo", dijo una antigua empleada

Silvia Carafa / La Capital

En silencio, en sigilo, como descansan los libros en los estantes, de la ciudad se desvaneció una biblioteca pública y nadie da cuenta de su destino. Funcionaba en el entrepiso del Correo Central desde 1939 y sus rastros se pierden hacia 1997, cuando se privatizó el servicio. Tenía más de 10 mil volúmenes y colecciones de revistas especializadas, prestaba textos escolares a los hijos de los empleados y se había consolidado con el aporte del Centro de Estudiantes que formaron trabajadores de la repartición.

En 1965 tomó carácter público y recibió el nombre del escritor rosarino David Peña. En su libro "Origen y Evolución del Correo en Rosario", María Bergnia de Córdoba Lutges afirma que esta biblioteca pública especializada "proporcionaba beneficios al ambiente cultural de la ciudad".

La historiadora Lía García da cuenta de la calidad del material que allí se encontraba, sobre todo en temas relacionados con la historia del sistema de comunicaciones. Además, consideró que ante un destino incierto la biblioteca podría haber sido donada a distintos archivos rosarinos.

"Hasta ahora circulaba la información de que estaba embalada en algún lugar del Correo, pero la sorpresa fue grande cuando nos enteramos de que ya no está", contó García. Y recordó las consultas que realizaba en un ambiente tranquilo y luminoso: "Acá conseguía datos sobre el sistema de postas de nuestro país que no estaban en ninguna otra parte", evocó.

La biblioteca ocupaba un espacio lateral del entrepiso del edificio de Córdoba y Buenos Aires, con un cálido mobiliario de madera, mesas sólidas y vitrinas vidriadas. Así era el soporte del patrimonio cultural que comenzó a languidecer en la época de las privatizaciones para esfurmarse sin dejar rastros.


"No se merecía este final"
"Se nota que era gente a la que no le interesaban mucho los libros", ironizó Elvira, una ex empleada que trabajó 34 años en el Correo y que hoy lamenta no haber sabido que la desmantelarían. "Algo hubiese hecho", afirma. Para ella, el compromiso asumido junto al Centro de Estudiantes de los trabajadores postales para proveer a la biblioteca de textos no merecía ese final abierto, puesto que no se sabe dónde está.

Ella también da cuenta de haber visto libros "amontonados y tirados" en alguna oportunidad que llegó al lugar para realizar trámites, cuando ya no trabaja allí. Además, calificó de valioso al material bibliográfico de entonces y arriesgó que hasta habría "algún incunable".

Para Elvira, "el movimiento socializante" que hubo en el gobierno de Arturo Illia generó varios cambios en la estructura del Correo. Así surgió el llamado Departamento de Comodidades Femeninas que recorría las reparticiones para detectar problemas o discriminaciones hacia las empleadas. Fue en este marco que también surgieron los centros de estudiantes de los trabajadores del lugar, que además cursaban estudios secundarios o universitarios.

Con socios activos y pasivos, que aportaban una cuota mensual, el Centro así formado compraba libros para fortalecer a la biblioteca, a cuyo frente estuvo por años Clotilde Choy de Peña, nuera de quien diera el nombre al sitio. "Ella hizo un gran trabajo allí", evocan los memoriosos, que también recuerda la colección de la revista Postas Argentinas así como publicaciones sobre sellos, muy consultadas por los filatelistas.

En la biblioteca, que funcionaba desde las 7 hasta las 20, también había un banco de textos que prestaba en forma anual los libros que necesitaban los hijos de los empleados, "no sólo de Rosario, también de las oficinas que forman el distrito", explicó Elvira. Además dijo que había gente que iba a leer el periódico todos los días, pero que en general el público no estaba muy al tanto de ese espacio.

Cuando tomó carácter público, la biblioteca comenzó a recibir un subsidio que le permitió ampliar sus funciones. Así se logró comprar libros para estudiantes universitarios, además de textos de literatura. "Incluso la gente sugería qué se debía comprar", evocó Elvira que recuerda haber asistido, entre otras, a charlas como la de Luján Carranza que se organizaban en la biblioteca.
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La biblioteca ocupaba el primer piso (en la foto, al fondo).

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