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 domingo, 16 de abril de 2006  
Un equívoco revelador

La publicación de un texto atribuido a Julio Cortázar, en la tercera plaqueta publicada por "El lagrimal trifurca", generó un larga cadena de repercusiones en la que participaron editores, periodistas y escritores de diversos puntos del país, México y España. Y el propio Cortázar.

El origen de la historia se remonta a 1969, cuando Jaime Poniachik envió una carta a los Gandolfo, desde Buenos Aires, diciendo que había recibido un inédito de Cortázar. El texto no tenía título pero fue conocido como "El dado egocéntrico" (ver abajo), desde su publicación en mayo de 1972. "Una de las ocho caras quedaba esa vez libre, en blanco -dijo al respecto Elvio E. Gandolfo-. Espaciar más las líneas era imposible. No había otros poemas publicables a mano. De pronto él recordó, con un brillo en la mirada, el viejo original de Cortázar. Lo desenterramos de unos desvencijados biblioratos. Ahora nos pareció fresco, chispeante y, no por último menos importante, «un original de Cortázar»".

El texto tuvo una repercusión inmediata. "Como esos poemas que Cortázar escribió alguna vez en un antiguo viaje a Europa -escribió por ejemplo Gary Vila Ortiz en La Capital-, y que sus poseedores guardan celosamente, o cierta foto en Praga o en Viena -no recordamos- de Cortázar casi de espaldas, este cuentito pertenece a ese tipo de obra que está iluminada por la obra total del autor". Las revistas El cuento, que dirigía Edmundo Valadés en México, El escarabajo de oro, de Abelardo Castillo, en Buenos Aires, y Cuadernos Hispanoamericanos, en Madrid, reprodujeron el texto con la firma de Cortázar. En el último caso, "El dado egocéntrico" mereció un panegírico por parte de Félix Grande, un especialista en la obra del autor de "Rayuela".

Enterado del suceso, Jaime Poniachik volvió a comunicarse con los editores. "Con su clásico tono sereno, pausado -dijo Elvio E. Gandolfo-, nos aclaró por teléfono: «Eso no es de Cortázar. Lo escribí yo. Creí que iban a darse cuenta. Se dieron cuenta, ¿no?» Hubo un largo silencio en la línea. Dudábamos entre parecer astutos y decir la verdad. «No», dijimos al fin".

Mientras tanto, "El dado egocéntrico" había llegado a la casa de Cortázar, en París. "Ese texto no es mío -dijo, en una carta a la revista Cuadernos Hispanoamericanos- (...) Se trata de un pastiche muy inteligente y que celebro como fraternal homenaje a mi mundo de cronopios, pero no es del Julio".

Un equívoco gracioso, podrá pensarse. Pero revelador como todos los equívocos: en este caso, del modo en que un texto avanza desde el margen hasta el centro del espacio literario y dice algo a propósito de una obra consagrada, descubre sus cristalizaciones, el punto donde comienza a estereotiparse.

O. A.
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