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 miércoles, 12 de abril de 2006  
candi
Charlas en el Café del Bajo
-Antes que nada, Inocencio, le deseo a la colectividad judía, en estas vísperas, una hermosa festividad de Pesaj. Y después, sentados en un café de la costa marplatense mirando la inmensidad del mar, que tanto nos hace reflexionar, les enviamos a los amigos lectores esta reflexión que tiene para mí un significado muy especial. Así que le pregunto: Inocencio, ¿usted conoce esa frase de Shakespeare que dice "la vida es una sombra que pasa"?

-Por supuesto, y creo que el gran literato clásico no se equivocó para nada en su apreciación. Es más: analizando el contenido de la misma, estoy casi convencido de que hizo referencia a lo efímero que es el paso del hombre por el mundo terrenal.

-Exactamente, es como usted lo está diciendo. Y traigo esto a la mesa de nuestro café para hacer referencia a cómo el ser humano va evolucionando y al paso de los años va tomando conciencia de los errores que a veces se cometen por el ímpetu de la juventud. Más precisamente, lo que trato de decir es que en muchas ocasiones, cuando somos jóvenes, se nos aparece como muy lejano todo lo atinente a los problemas de la adultez y la ancianidad, pero llegada la etapa de la mitad de la vida uno comienza a vislumbrar que todo aquello que carecía de importancia se revierte y entonces empieza el período de querer perfeccionar, por así decirlo, lo que hicimos mal en otro momento.

-Bueno, pero cuidado, no se trata de que nos debamos sentir culpables de nuestras acciones de la adolescencia o juventud, ya que cada etapa de la vida tiene sus características y es una constante que el individuo pase por todas ellas para completar su crecimiento.

-Claro, de hecho que lo que usted opina es cierto; simplemente quiero hacer referencia a la cantidad de errores que uno podría haber evitado de no haber tenido ciertos arrebatos tal vez propios de la edad, tal vez por la rebeldía o simplemente por no ser un poco más reflexivo. Cuantas veces en la vida damos una respuesta apresurada e impensada que daña a la persona que tenemos adelante, o cuantas veces, tal vez sin querer, un gesto agresivo provocó dolor o tristeza a alguien a quien en realidad queremos.

-Bueno amigo, pero para todo eso tenemos la solución de la disculpa.

-Sí, en realidad quisiera que este comentario sirva para que los jóvenes que lo lean (y hoy la adolescencia llega hasta entrados los treinta) por allí puedan corregir con anterioridad algunas de estas conductas que en la sociedad actual son más que preocupantes. Fíjese usted que es alarmante la falta de respeto que se tiene hacia los mayores. Antes, en los hogares, en los colegios y en toda institución que sirviera para educar, se inculcaban valores que de a poco se han ido perdiendo y a veces no se sabe si culpar a los chicos o a los mayores. El afán por los bienes materiales, la tecnología que se pone a disposición del ser humano y que en realidad lo torna en inhumano, porque pasan todo el día frente a una pantalla, por ejemplo, la falta de diálogo en la mesa familiar, son todos factores que en lugar de enriquecer empobrecen.

-Lo que usted está diciendo está a la vista a diario. Antes un maestro por alguna falta citaba al padre al colegio y ese padre ya de antemano pensaba en el "castigo" que iba a emplear para corregir al hijo. Ahora muchas veces llega pensando en cómo va a atacar al docente que lo cita para ponerse a la defensiva. Ni qué hablar de que a nosotros nos enseñaban que al subir a un colectivo la persona mayor tenía derecho a que le ayudáramos y le ofreciéramos el asiento y así otra serie de normas de respecto que servían para la mejor convivencia.

-Si, pero más allá de todo eso, que es sumamente importante, hoy en día la gente vive cada vez más interesada en su propio bienestar y no logra darse cuenta de lo fugaz que es el paso por la vida y que más reconfortante que cualquier otra cosa es volver la mirada hacia la persona que tenemos al lado, esa persona que tal vez esté necesitando nuestra atención. Y no se trata de dar cosas materiales, simplemente una palabra de aliento, una caricia, un buen gesto en el momento preciso.

-¡Mire ese mar, amigo! ¡Mire ese cielo! Y mírenos a nosotros, aquí, juntos, como siempre, en la inmensidad de la vida.

Candi II

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