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 sábado, 01 de abril de 2006  
Panorama en el Congreso
Una noche rosarina en el Parlamento nacional
Pormenores del raíd de Lifschitz en Capital Federal

Rodolfo Montes / La Capital

En las antiguas escaleras de mármol blanco a esa hora de la noche hay poca luz, y casi ningún habitante. Pero una delegación algo trasnochada sorprende a los porteros. Se escucha el roce de los mocasines sobre piso gastado. Son doce rosarinos que suben, con el último aliento del día, los tres pisos hasta el despacho de otro rosarino que ahora pisa fuerte en el Congreso: Agustín Rossi.

Vienen a buscar una solución que no está, al menos por ahora. O tal vez a concretar una última puesta en escena y compartir las cargas de una incómoda pero inevitable decisión: el aumento del boleto urbano en Rosario.

La delegación va con el intendente Miguel Lifschitz a la cabeza, acompañado por todos los jefes de bloque del Concejo rosarino. Son diez varones y dos damas, una morocha y otra rubia: la secretaria de transporte, Clara García, siempre fiel a sus sandalias con taco aguja, y la radical Daniela León.

Son las diez de la noche del martes y a la mesa de madera de unos 6 metros de largo en la jefatura de bloque del justicialista Frente para la Victoria (FPV) se sumaron Hermes Binner, Rubén Giustiniani, Alberto Beccani, Paulina Fiol, Silvia Augsburger, Juan Sylvestre Begnis y Antonio Vitti, éste en representación de Roxana Latorre.

Rossi llegó pasadas las 10, y se disculpó, "vengo de la reunión de bloque", aclaró. Lifschitz cuenta la historia conocida por todos y balancea los modestos resultados obtenidos en la entrevista que venían de mantener con Ricardo Jaime, jefe de la Secretaría de Transporte, en sus oficinas del Ministerio de Economía.

Apenas la promesa de ayudar a sofocar el reclamo salarial de la UTA Rosario, exhibiendo un acuerdo a nivel nacional de apenas 16%, contra el 36% en que se plantó el gremio de los choferes.

Desde la cabecera, Rossi los mira a todos, pero no arranca a hablar. Daniela León tiene la vista clavada en él. "¿Por qué me mirás así?", quiere saber el Chivo. "Debe ser porque está un poquito sorprendida por las declaraciones que hiciste hoy, Agustín", interviene el presidente del Concejo, Miguel Zamarini, un hombre que siempre luce joven.

Zamarini -el mismo que en plena dictadura enfrentó en actos callejeros, con su apasionada ronquera, a los dictadores de la Universidad rosarina de entonces- se encargó de darle un toque de humor a la misión, y aportó distensión.

Es que el plan de viajar en barra hasta Buenos Aires y pujar en conjunto por nuevos subsidios no tendría resultados, al menos en ese punto. Y esto lo conocían todos, y de antemano.

Rossi había lanzado su rabia radial en la mañana previa a la reunión en el Congreso. "¿A qué vienen, al cine?", disparó, conocedor de que desde el gobierno nacional no habría más subsidios para el transporte rosarino. No quería permitir el operativo de reparto de cargas en el costo político, impulsado por Lifschitz, ante el inminente aumento del boleto. Pero con el correr del día tuvo que bajar un cambio, recibir a la delegación y tomar el compromiso a mediano plazo de encarar un rediscusión global de los subsidios, ya no sólo a nivel municipal. La idea es que alcance a toda la provincia y se extienda al resto del país.

La descalificación frontal de Rossi a la movida municipal rosarina, que terminó por desembarcar en su propio despacho, quiso cortar la puesta en escena socialista, pero al mismo tiempo colocó en un brete a los propios concejales del FPV de Rosario.

Ellos también fueron parte de la delegación, pero no tuvieron relación de fuerza suficiente para abrirse de la excursión a Buenos Aires ya que ante el ojo ciudadano hubieran dado una mala señal. Curiosamente terminaron descalificados por su propio jefe.

No fueron al cine en Buenos Aires, pero integraron el elenco de la película.
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