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 martes, 22 de noviembre de 2005  
Muerte en la ruta. Hallaron los cuerpos sin vida de una pareja en la cabina de un camión
Trágico final para la larga historia entre un camionero y una prostituta
Se conocían desde hacía 5 años. Ayer, por secretos que se llevaron con ellos, él se quitó la vida tras matarla

Andrés Abramowski / La Capital

Los encontraron desnudos y abrazados en la cucheta del camión que él conducía. Seguramente muchas veces habrán estado así, fortaleciendo el sentimiento que fueron generando en los últimos cinco años, cada vez que él pasaba por la zona transportando pesadas cargas y hacía un alto en el camino para estar con ella. Tenían un tiro en la cabeza cada uno. Y muy dentro de ellos, los motivos que pusieron fin a su historia de encuentros. El hallazgo ocurrió el mediodía de ayer en la playa de estacionamiento de la estación de servicios que se levanta a pocos metros de las cabinas de peaje de General Lagos, sobre la autopista Rosario-Buenos Aires. Bajo sus cuerpos había un revólver calibre 32. Anoche, todos los indicios que tenían los pesquisas indicaban que el camionero se quitó la vida luego de matar a la mujer.

Oscar Villar tenía 59 años, era soltero y vivía con un hermano en la localidad bonaerense de Brandsen, donde además está la empresa para la cual trabajaba como camionero: Transporte San Cristóbal. El domingo a la noche viajaba por la autopista Aramburu cuando llamó desde su celular a un compañero de trabajo que, al igual que él, estaba en camino hacia la planta de General Motors, en Alvear, donde iban a descargar chapas.

"Yo venía por Areco cuando (Oscar) me llamó al celular, era cerca de la 1.30 de hoy. Me avisaba que iba a parar para encontrarse acá con Rosana", contó Carlos Gonzalía, el camionero de 48 años que trabaja en la misma empresa que Villar, a quien conocía desde hace tres décadas. Visiblemente compungido y sin poder creer lo que había sucedido, el chofer seguía ayer a la tarde estacionado en la playa donde tuvo lugar el drama mientras la policía sacaba los cuerpos de la cabina de un camión Fiat Iveco casi idéntico al suyo.

Gonzalía había parado a dormir en Baradero y a las 8 de ayer pasó el peaje de General Lagos. Unos 500 metros antes, en la Shell, vio el camión de Oscar. Estaba estacionado y con las ventanillas tapadas por las cortinas. Para él no era nada raro. Delante del camión estaba el Peugeot 504 color crema de Rosana, la mujer con la que Oscar le había dicho que se encontraría y con quien "solía verse siempre en ese parador, o en el de Fighiera".

Incluso Gonzalía había conocido una vez a la amante de su compañero, "cerca del puente de General Lagos", porque la relación entre Oscar y Rosana "llevaba por lo menos cinco años". Lo que nunca supo el chofer era que Rosana se llamaba en realidad Josefa del Carmen Blazco. La mujer, oriunda de Córdoba, vivía desde hace años en Arroyo Seco. Tenía 38 años y un hijo. Las fuentes policiales coincidieron en que se dedicaba a la prostitución y era muy conocida en la zona.


Encerrados en la cabina
Luego de descargar en la General Motors, cuando emprendía el retorno hacia Buenos Aires, Gonzalía volvió a ver el camión de su amigo estacionado de la misma manera en que lo había visto tres horas antes. Eso lo preocupó y decidió acercarse hasta el vehículo de Villar. "Golpeé la puerta -recordó- y no me contestaban. En ese momento me pareció que algo raro estaba pasando, pero no me animé a abrir la puerta. Entonces pedí autorización a la empresa para ponerme a averiguar qué sucedía y llamé a la policía".

Los primeros agentes que llegaron al lugar encontraron los cuerpos en la cabina del camión que estaba estacionado a unos cien metros de los surtidores de nafta. Ambos estaban acostados en la cucheta ubicada detrás de los asientos, desnudos y abrazados. Fuentes policiales señalaron que las dos muertes ocurrieron como consecuencias de disparos de un arma de fuego. En el caso de Rosana, la bala le entró por la nuca, mientras que el proyectil que mató a Oscar lo hizo por el parietal derecho, ninguna con orificio de salida.

En la cabina reinaba el típico desorden de los viajes largos: en un asiento podía verse un mate junto con una hebilla de plástico verde y un preservativo aparentemente usado. Pero no había indicios de forcejeos y mucho menos de robo. ¿Nadie oyó los disparos? era una pregunta que rápidamente se podía explicar. "Por acá pasan autos y camiones todo el tiempo a gran velocidad. Incluso suelen oírse disparos de gente que caza en el campo. Es lógico que nadie haya escuchado nada", se le oyó decir a un pesquisa.

Si bien los investigadores preferían esperar los resultados de las pericias, la hipótesis que se impuso fue la de homicidio y posterior suicidio. Sobre todo cuando se encontró, en la cabina del camión y aparentemente bajo el cuerpo del chofer, un revólver calibre 32 largo con el cual se habrían disparado los dos proyectiles mortales.

Respecto de quién habría sido el homicida, la trayectoria de los disparos inclinaba la balanza hacia el hombre, a pesar de que todavía no se había establecido de quién era el arma. "Puede ser de cualquiera de los dos. Es normal que en estos tiempos un camionero o una prostituta lleven armas", señalaba un pesquisa, aunque Gonzalía comentó que Villar "nunca iba armado".

Oscar era un camionero un tanto solitario que vivía con un hermano en la provincia de Buenos Aires y a quien su compañero describió como "muy bueno y querido" y al mismo tiempo "muy poco demostrativo" sobre lo que le pasaba. Ella, Josefa, se hacía llamar Rosana y vivía con un hijo en su casa de Arroyo Seco, desde donde salía a diario para ejercer la prostitución en la zona de la autopista. La falta de testigos hará muy difícil a los pesquisas develar por qué, en la cabina de un camión cargado con chapas, una historia de cinco años lo suficientemente fuerte llegó a su fin.
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Los cuerpos fueron examinados debajo del camión.

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